30/5/15

Humor negro

Me cansas. No espero nada. No tengo motivo. Tus groserías me cansan. Tú me cansas. Aún sin llegar tarde, siento que pierdo el tiempo.
No me extraño. Es lo usual, al menos eso dice la gente. Yo no creo en estereotipos y no te clasifiqué como tal. Pero lo eres. Eres así. Grotesco, bruto, cansino.
He llegado a sentirme como un trozo de carne sin ni siquiera tenerte cerca. Y me cansa. Me cansan tus palabras, tus dramas, tu presencia.
No entiendo tus motivos. Ni tu egoísmo. Porque si te dicen para, es por algo.
Pero tus groserías parecen no tener fin.
Y no te das cuenta. No ves más allá. Sólo el infierno de tu mundo que alguna imbécil te convenció sin convencerte para seguir viviendo.
Amo lo que nos une. Y odio amarlo por ello. Pero lo que más odio es que estés en medio. Siempre en medio.

23/5/15

Sin alas, volar

No hay nada como estar en el sitio adecuado y en el momento equivocado.
Mi insistencia perdura. Ya dejé atrás esa niña tremendista. La derrotada por todos, la que acumulaba rabietas y se abandonaba entre las brasas de aquel viejo respiradero.
Luchar contra lo difícil. Ese es mi sino.

Y sonrío. Sonrío de verdad. Sin forzar una mueca. Es absurdo y contradictorio porque el dolor de mis errores parece ser algo irreparable. Pero verte bien. Es parte de mis sonrisas sin motivo. 
Pequeños detalles que me hacen sonreír. Aunque de nuevo haya sido otra la que te ha devuelto la sonrisa sincera. Las ganas. La libertad de no tener las manos atadas.

Yo sigo en pie, alegre de tenerte a mi lado, feliz de ser algo. Alguien. 
Con las mismas ganas que antes, puede que incluso más. E insistiendo en no dejarte marchar. Insistiendo en ser lo que ambas queramos. Tengo claro lo que vivo. Tengo claro lo que siento. Tengo claras mis promesas y tengo claras sus condiciones. Y es que eso de coger el amor por donde quema no es solo experiencia.

Quémate, ahora tú que puedes. No condenes tu presente por tu pasado. Cometer el mismo error es confiar de nuevo en la misma persona durante años. Pero si te equivocas ahora, será un error distinto.

¿Y sabes lo mejor? Quizá no te equivoques. Es entonces cuando todo lo anterior habrá valido la pena. Cuando el miedo que decidiste superar no sea más que polvo en el viento.
Y si te equivocas, es entonces cuando estaré a tu lado para decirte que hay alguien esperando. Que hay alguien que subirá contigo con los mismos miedos de caer.

Porque mis promesas no son vanas, porque mi amor no es sólo un juego, porque mis te quiero no son solo letras.
Si mis ganas y mis luchas no pueden con una muñeca, al menos que sea otra la que te lleve a tu cielo. Pero deja los miedos atrás, que vivimos en una carrera de obstáculos y éste es sólo uno más.

10/5/15

Abandoné el mayor

Imaginé todo. De mil formas y colores. De mis maneras, imposibles y poco probables. Creí en un futuro lleno de cuentos de hadas, de historias rocambolescas, de mentiras que ni siquiera yo creía.

Ahora sé dónde estoy. No entiendo mi realidad, pero la afrontaré con ojos abiertos. Cansada de miradas de desaprobación y frases incrédulas. Me he levantado. Ahora sí.

Con la vida, con la muerte. Con mis lágrimas y mis sonrisas. Con mis errores irreparables, mis elecciones sin vuelta atrás. Con mis aciertos, con mis triunfos. Con todo ello. Aquí y ahora.
Con mis piernas camino, sin mirar atrás. Mis caídas, mis saltos, mi genética. Todo queda atrás. Ahora soy quien soy. Quien quiero ser. Con un descontrol inevitable y un desorden en el ambiente.
Con mi desastre. Yo. El desastre. El que a veces controlo y el que ahora, con el coraje y la valentía que el pasado me impidió ver, me levanto.
Me levanto, decidida, superando el siguiente bordillo. Caminando día a día. Construyendo, aguantando los ladrillos. 

Y es que imaginé tantas cosas, que me perdí.

9/5/15

Dependencia

Solo un motivo. Solo un por qué.
La vejez es sinónimo de olvido. Cada nuevo año, la esquina se hace más profunda. Las telarañas crecen, la oscuridad se ennegrece. Pierdes la voz, pierdes la escucha, pierdes el habla.
Para ser visto, oído, hablado. Debes convertirte en un ser minúsculo, horrible, de ojos saltones, con una gran cabeza y sin pelo. Debes ser el ser más indefenso de todo el universo. Aquel que depende completamente para su posible supervivencia.
Para que a uno lo quieran hay que dejar de cumplir años.

Sueños, sólo eso

Cómo lo sabía. Íbamos a llegar a esto. De una manera u otra. Mucha utopía, mucha utopía, pero la cabra siempre tira para el monte. Cabras, piedras, ¿qué más da?
No puedo dejar de sonreír. Ante tanto absurdo, ante tanto papel transparente que recubre lo evidente. Unas copas de más, unas horas de menos. Excusas, solo eso. Un beso destinado sin más obligación que el leve contacto de tus labios sobre los míos. Pero salvajemente me atrapaste entre tus muslos, sin apenas dejarme reaccionar. Inútilmente contraataqué con la misma artimaña, pero con esa misma fuerza me levantaste y me apoyaste sobre la mesa.

Me dejé llevar y la pared fue mi apoyo. Mis ganas, mis causas, mis tres caminos a tomar.
El del gusto por las comidas. El agobio de mi visión y la sorpresa ante una pareja atraída fielmente por la misma persona. Miedo en mis ojos y pena en el ambiente.
El de un amor ilusorio perdido entre invenciones no tan inciertas. La palabra microondas sigue siendo la adecuada, solo que esta vez con luces encendidas y un único segundo de elección. Mi elección. La de dejar de destruir mi alrededor y dejar el curso del río pasar. Sin piedras, sin puentes. Respondiendo a instintos casi olvidados y ofreciendo la llave de Pandora.
El de una selva salvaje, virgen y hermosa. Una naturaleza sin explorar. Animales y ríos primitivos. Árboles centenarios. Atracción animal.

Tres opciones a mano. Cada una en su nivel y yo sin comprender, pero con el poder en mis manos. Cuánto absurdo le seguía.
Lo único inteligente, el refreno de sensaciones comunes y vistosas. La única intención, un control aproximado de los cuerpos en construcción. Unos celos prematuros y unas ganas abrasadoras.
Soñé entre las dos opciones factibles, las que me dejaban respirar.
Un recuerdo del pasado que no dolía más, pero cuyo sinsentido no dejaba de sorprenderme. No dejaba de pedirme. No dejaba de amartillearme la cabeza con una luz roja intensa que solo el recuerdo nubloso podía apagar. Un leve saludo y coherencia adulta ante los sueños que aún nos quedan.
Mi otro sueño. El calor humano. La necesidad de sentir, de creer en lo imposible. De soñar. Calor reconfortante ante frías noches de invierno. Calor alentador e impulsivo. Calor que aún siento entre mis miradas.

Mi sonrisa. La del humor y el sinsentido. La del absurdo. La de la incoherencia.
La sonrisa de las opciones. La que hoy no deja cabida a llantos de realidad y monotonía. La que no comprende nada. Absolutamente nada. Como siempre.

La que sigue recordando una invitación rechazada y una canción de consolación.
La sonrisa que lo único que comprende es que seguir al pie del cañón desafiará a las ironías que me acompañan.


Hay días

Y qué hago si no entiendo. Si no sé por qué elegí este camino. Esta gente.
Cada día me reafirmo en la idea de que el camino me eligió a mí y ni yo a él.
No entiendo por qué la gente complica la sencillez de sus vidas. No lo entiendo.

Envidio la facilidad con la que complican un sí o un no. Envidio el destino, la elección.
Nada más lejos de la realidad. Cada puente, cada montaña, cada muro. Creí derribarlos cuando en realidad no había nada ante mí. Solo fantasías inciertas y falta de sueño. De sueños. Martilleándome, como si en mi soledad no fuera bastante. Con el deber, con mi inaptitud.
¿Cómo imaginar que recibiría apoyo en las pequeñeces? Si ni siquiera hubo voz para decir basta mientras recibía escupitajos llenos de repulsión e hipocresía. Esta ilusión frente a personas que entienden menos que yo. Que solo ven a través de sus ojos y apenas se acercan a los míos.

No entienden mis rechazos, mis vergüenzas, mis cabreos, mi manera de pensar o sonreír. Solo entienden de risas. Risas que se acomodan entre mis tendones, que se pegan a más no poder hasta convertirme en el bufón de siempre. La propiedad de una ironía que día a día va creciendo, volviéndome loca por segundos y llevándose lo poco que va quedando de mí.

¿De qué me valen las horas? ¿De qué me valen? Si no he llegado a nada. A la imbécil incapaz de salir por la puerta, soportando con ojos cerrados las miradas sobre mí.
Escribiendo sobre mi propio dolor. Sobre estas estúpidas decisiones. Un sí sin reparos, un no inconsciente.

En cada respuesta me pierdo. En cada patada que la vida me da. En cada momento en el que desaparecer entre la humareda de un cigarro explotado.
¿Por qué no entré contigo? ¿Por qué no me fui? ¿Por qué me quedé sin motivo? ¿Dónde está la valentía que tanto necesito? ¿Por qué he llegado hasta aquí? Hasta esto.
Y sigo sin entenderlo. Ni una llamada que poder hacer. Ni una historia que contar. Odio tener que ser siempre yo la fuerte. La de la sonrisa, la que dice "tira para alante".
La que con frases incrédulas deja ver algo del sol que está a punto de reaparecer. La que no llora porque lo promete. La que dice sí se puede.
Odio que la única voz que escuche sea la mía. Lo odio porque ahora no escucho absolutamente nada.

Soliloquios

Y sigue a miles de kilómetros de aquí. Allí donde nada puedo alcanzar. ¿Cómo luchar ante casos perdidos?

Palabras escondidas. La dependencia aleatoria. La necesidad de estrujarlo todo hasta quedar en nada. Porque eso es lo que había delante de mí. Ni siquiera tengo un muro que destruir. Los restos del pasado. Del pasado de otros. Me caen los ladrillos de otro mundo. El que me sigue destrozando día a día ante una inseguridad patente. Ante una voz ahogada que nadie escuchará.

El atractivo de un cuerpo vacío,un cuerpo lleno de cicatrices y a punto de explotar. Nadie volverá.
Unas sensaciones que nunca llegarán a ser plenas. Estoy cansada de ese quién. Nunca tuviste fe. No se la pudo llevar.

¿Quién te hace llorar? ¿Quién te hizo creer? No te atreves si quiera a desnudarte a solas. Frente a la nada. La culpa. La mía, la de creer y seguir. La de buscar en la nada. A sabiendas de no poder encontrarla. De ser la única que se estrella contra el espejo.

Siempre. Dijo siempre. Mis ganas de gritar fueron tan fuertes que el cansancio me hizo dormir. Siempre, cuando el nunca había salido años antes. Esa canción, esos besos, esos amores. El no desdibujado entre tus palabras.

Mis ganas. De huir, de saltar. De olvidaros, de olvidarme.

Piedras, piedras, piedras... Solo piedras. No está bien. Nada lo está. Mis mentiras, mis engaños, mi destrucción. Dios, toda esa destrucción. Estoy ciega, igual que ellos. No soy lo que quieres, ambas lo sabemos. No eres guapa, no eres alta, no eres valiente, no eres inteligente, no eres simpática, no eres buena gente. No eres nada que pueda querer. El mundo te come mientras intentas cambiar una minúscula parte de él. No eres el juego del que recordar. No eres. No.

Hablemos a la cara. Solo lo haces para pelear, para discutir. Para luchar por lo que crees correcto. No entiendes que ya lo intenté. Esperé sin motivo. Sin saber por qué. Era lo único. Y esperé. La espera tuvo un ilusorio resultado. Lo intenté. Frené durante días, durante meses, durante años. Dejé de correr. Y todo eso lo aprovechaste para adelantarme. Para ponerte delante, dándome la espalda con tu propia espera.

Ambas eran inútiles y solo alargaban el dolor que desde un principio tenía marcada la historia. La diferencia entre tú y yo es que no estoy dispuesta a pagar ese alto precio.

Quizá confíe

Ni fuera, ni dentro. No encuentro mi lugar. Un sofá, unas mantas, una pizza, una peli. Mi felicidad, mi apaciguamiento. Mis ganas de llorar, de patalear. Nada sale. Mis ganas de expresar, de encontrar consuelo. Mis ganas de nada.
Mi vacío. Mi amigo fiel. Al que siempre rehúyo. Como al resto de miradas sobre mí. Si tuviera alguien a quien amar. Si pudiera ser capaz de hacerlo. Sentir algo por alguien. No solo favores y buenos actos. Si hiciera algo por solo sentir. Si alguien consiguiera hacerme despertar.

Dulce y apacible. Hiriente y triste. La única que con cada latido tira de mí. Me obliga a quedarme. Para tocarla, para sentirla. Para reír y llorar sobre ella. Para creer que sus palabras algún día serán ciertas.
Cómo envidio tu fuerza. Tu eternidad, tu cercanía. Desde siempre y hasta siempre junto a mí. Como mi corazón. Ese pequeño músculo que late solo por ti. Por tus historias, tan ajenas a mí, tan extranjeras y a la vez tan limpias y profundas.
Maldita seas, ¿por qué tenías que existir? ¿Por qué tenías que tirar de mí con cada nuevo golpe? Con cada nuevo paso. La única. La de siempre. La que me golpea con la realidad desafinada. Tan bella, tan hermosa. La que me transporta a un mundo del que no quiero salir.

¿Qué sería de mí sin ti? ¿Cómo continuaría sin tus reprimendas y tus besos?
Ninguna persona se compara a ti. Nada se compara a ti. Gracias a ti ya sé cuándo encontraré mi felicidad. El día que alguien me haga sentir una mínima parte de lo que tú consigues con solo un par de minutos, entenderé. Será mi final. La búsqueda que dejé hace tiempo encontrará su piedra filosofal. Al fin creeré estar viva. Ser algo a parte de tejidos y cicatrices. Entonces amaré.
Comprenderé qué es querer, qué es amar, qué es sentir.
Dejaré de ser este autómata desequilibrado y averiado para ser persona. Para ser feliz. Plena al fin.


Ya no me acuerdo de ti

Y aquí el fin de algo que no empezó. Mi desconfianza innata me impidió llorar por aquello que no merecía mis lágrimas. Aprendido ya mi primer error. Aquel que antaño me hizo pensar en un futuro imposible. Un futuro convertido en presente. En un beso que significó tanto y que ya no significa nada.
 
Soñé con mi oportunidad. La oportunidad de romper relaciones, de buscar la ruina de una familia tan solo por creerme feliz. La oportunidad llegó tarde, llegó sin nada para traerme. Tus caicias me hicieron dormir entre mundos ajenos a mí. Mundos que deseaban mi compañía. Mundos que rechacé, o que me hicieron rechazar. Ya no lo sé.
 
Pero esos besos, esa pregunta...Se quedaron ahí. Mi elección fue dormir. Entre tus brazos dormir.
Nada se rompió. Solo la imposibilidad de mirarme a la cara. Como en otras tantas ocasiones, como en otros tantos nuevos extraños para mí.
Al fin. El no sentir sirvió de algo. El no forzado. El cambio de opinión, la certeza de que el barranco llegaría. Decidiendo bajarlo poco a poco, por mí misma, escalón a escalón.
La caída, solo un rasguño más en mis rodillas. Apenas una pequeña molestia para volver a levantarme. Volver a seguir.

Mis hechos

La facilidad de entender las cosas. De quedarme esperando durante un segundo más para romper con el dolor. El que ha dejado de doler. Mi felicidad. La de ahora, inexplicable y placentera.
Cosas claras en mi cabeza, difusas en la práctica y sorprendentemente gratificantes.

Nunca lo pensé de esta manera, se me antojaba tan improbable que nunca mi mente imaginó algo así. Esta es la clave.
Me imaginé recorriendo tus sábanas y apenas llego a rechazos involuntarios que creo, voy a dejar de recibir. Te imaginé de todas las maneras posibles. Pelo claro, pelo oscuro. Ojos verdes, negros o marrones. Cuerpo delicado, robusto, encadenado. Esa fue mi condena, creer algo cerca cuando solo era mi imaginación la que actuaba.

Pero ahora. Ahora soy feliz. Sin imaginarme nada. Sin pensar en lo que podría o no podría pasar. Felicidad extrema, incomprensible y eterna. Segundos que recordar entre caricias y abrazos. Besos robados, miradas profundas. Risas inseguras, susurros al oído. Frases entrecortadas y manos fundidas entre los verdes campos del camino. El camino que encontré, el que destruye las miradas que no se miran en el espejo, el que se llevó la soledad que ninguna canción de consolación puede llenar.
Las palabras se quedan cortas ante la incredulidad de mis sentimientos. Mis sentidos recorren papeles que con un corto tiro dejaré atrás. Junto a las palabras en el aire.

El futuro, mi ahora

Donde el primer paso que pasaba por mi cabeza era el NO. Un no en mayúsculas. Claro y sin gritos. Con suavidad certera. Con verdad.
Y así acabaron los temas. Con mi no y mi soledad innata vivida entre sábanas.
Pareces el hombre de mil mujeres. Estoy harta de esperar. Siempre lo he hecho, siempre he sido el segundo plato, el que venía después de un primero espectacular. El que venía a rellenar el poco hueco que dejó el dolor ante un fin de degustación principal.
Una esperanza que poco a poco se apaga. Se queda sin vida, se convierte en un fantasma. Y me niego a luchar contra un fantasma. Me niego a entrar en una batalla con suicidio como título. Porque tengo todas las de perder, ¿qué digo? Ya he perdido.
No eres el futuro porque no quiero morir joven. Y hagamos lo que hagamos, tengo una cosa clara: alguien piensa en ella.

3/5/15

Modificaciones temporales

¿Y qué hago si mi sentido solo es de tres? ¿Si mi locura se esconde a oscuras? ¿Si mi interior apenas vibró porque otro amor se puso en medio? ¿Qué le hago?

Incoherentes e irrespetuosos. Que juegan con mi tiempo a su gusto. Como si fueran dueños de lo que necesito. Mintiendo y estrujando mis horas hasta convertirlas en segundos. Segundos escasos en los que apenas puedo respirar. Apenas puedo tomar aire para seguir, para decir que no, que ya basta.

Pero sigo sin negarme. Pagando errores que otros cometieron, insistiendo en reeducar a incorregibles que no son capaces de cumplir una simple afirmación.

Pidiendo ayuda como voraces animales necesitados de un minúsculo bocado. Oliendo la sangre, buscando la presa. Yo, desangrándome ante ellos. Ellos, hambrientos, apartando la mirada ante una sangre que no vale nada.

1/5/15

Entre otros

Se me daba bien eso de destruir. Pero no con palabras reinventadas. Escribo sin saber, de forma aleatoria. Historias falsas, historias ciertas.
La verdad y lo importante no siempre van de la mano de mis papeles. Ni siquiera con esta excepción.
Te quiero a ti. No hay más. Tu forma de ser, tus tonterías, tus irremediables impulsos de luchar por la justicia. Tu manera de hacerme grande con cada pequeña. Te quiero. C´est tout.
Es absurdo perder por palabras en el aire. Nunca escribo verdades encerradas. Pregunta y seré franca. Estoy segura de lo que quiero, pero no por ello se van los miedos de mi ingenuidad.
Es la verdad. Palabras escupidas entre mis letras. Palabras que solo evitan mis nuevas cicatrices.
Soy lo que soy, no tengo nada que esconder.