Ni
fuera, ni dentro. No encuentro mi lugar. Un sofá, unas mantas, una
pizza, una peli. Mi
felicidad, mi apaciguamiento. Mis ganas de llorar, de patalear. Nada
sale. Mis ganas de expresar, de encontrar consuelo. Mis ganas de
nada.
Mi
vacío. Mi amigo fiel. Al que siempre rehúyo. Como al resto de
miradas sobre mí. Si tuviera alguien a quien amar. Si pudiera ser
capaz de hacerlo. Sentir algo por alguien. No solo favores y buenos
actos. Si hiciera algo por solo sentir. Si alguien consiguiera
hacerme despertar.
Dulce
y apacible. Hiriente y triste. La única que con cada latido tira de
mí. Me obliga a quedarme. Para tocarla, para sentirla. Para reír y
llorar sobre ella. Para creer que sus palabras algún día serán
ciertas.
Cómo
envidio tu fuerza. Tu eternidad, tu cercanía. Desde siempre y hasta
siempre junto a mí. Como mi corazón. Ese pequeño músculo que late
solo por ti. Por tus historias, tan ajenas a mí, tan extranjeras y a
la vez tan limpias y profundas.
Maldita
seas, ¿por qué tenías que existir? ¿Por qué tenías que tirar de
mí con cada nuevo golpe? Con cada nuevo paso. La
única. La de siempre. La que me golpea con la realidad desafinada.
Tan bella, tan hermosa. La que me transporta a un mundo del que no
quiero salir.
¿Qué
sería de mí sin ti? ¿Cómo continuaría sin tus reprimendas y tus
besos?
Ninguna
persona se compara a ti. Nada se compara a ti. Gracias a ti ya sé
cuándo encontraré mi felicidad. El
día que alguien me haga sentir una mínima parte de lo que tú
consigues con solo un par de minutos, entenderé. Será mi final. La
búsqueda que dejé hace tiempo encontrará su piedra filosofal. Al
fin creeré estar viva. Ser algo a parte de tejidos y cicatrices.
Entonces amaré.
Comprenderé
qué es querer, qué es amar, qué es sentir.
Dejaré
de ser este autómata desequilibrado y averiado para ser persona.
Para ser feliz. Plena al fin.
No hay comentarios:
Publicar un comentario