Porque aunque te llamara inteligente
ambas sabemos que eres lo más tonto que existe en este momento. Te
dejaste enamorar por un capricho ajeno. Nunca lo quiso, sólo se dejó
llevar por su naturaleza y la tranquilidad que le daban los campos
verdes de invierno. Pero las grandes ciudades llamaban y ningún
valor tenían ya el apoyo y el bienestar que daba ese nuevo hogar, el
desconocido.
Sé fuerte, no queda otra. Es duro,
quizá lo más duro, pero no queda otra. El tiempo pasa y tienes que
seguir caminando. Esté donde esté tu corazón, tu cuerpo avanza y
tu cabeza debe centrarse para recomponer lo poco que queda de ti, lo
poco que eres.
Da un paso y luego otro. Sigue este
camino oscuro únicamente alumbrado por esa pequeña llama que aún
sigue dentro. Búscala, encuéntrala y utilízala de guía, de
lumbre, de sol. Recupera tu sonrisa y sé tú en tu mundo. Sé lo que
eres aunque sea complicado, que al final todo sale, porque llega. El
final de todo llega. Y agradecerás tus días sin dormir, tus fiestas
intensas, tus planes improvisados, tus desastres amontonados.
Amontonados en la caja, esa de nuevo. Metiendo otro más, sin querer
volver a ver aquello que te ha chupado el alma. Pero ya no hay más,
ya recupero mi compostura, sin ceder ni dar facilidades.
Ya no estoy
para aguantar tu mundo y menos después de haber destrozado el mío. Llévame lejos, sólo eso. Sea como
sea, pero pronto, sólo llévame.