9/5/15

Hay días

Y qué hago si no entiendo. Si no sé por qué elegí este camino. Esta gente.
Cada día me reafirmo en la idea de que el camino me eligió a mí y ni yo a él.
No entiendo por qué la gente complica la sencillez de sus vidas. No lo entiendo.

Envidio la facilidad con la que complican un sí o un no. Envidio el destino, la elección.
Nada más lejos de la realidad. Cada puente, cada montaña, cada muro. Creí derribarlos cuando en realidad no había nada ante mí. Solo fantasías inciertas y falta de sueño. De sueños. Martilleándome, como si en mi soledad no fuera bastante. Con el deber, con mi inaptitud.
¿Cómo imaginar que recibiría apoyo en las pequeñeces? Si ni siquiera hubo voz para decir basta mientras recibía escupitajos llenos de repulsión e hipocresía. Esta ilusión frente a personas que entienden menos que yo. Que solo ven a través de sus ojos y apenas se acercan a los míos.

No entienden mis rechazos, mis vergüenzas, mis cabreos, mi manera de pensar o sonreír. Solo entienden de risas. Risas que se acomodan entre mis tendones, que se pegan a más no poder hasta convertirme en el bufón de siempre. La propiedad de una ironía que día a día va creciendo, volviéndome loca por segundos y llevándose lo poco que va quedando de mí.

¿De qué me valen las horas? ¿De qué me valen? Si no he llegado a nada. A la imbécil incapaz de salir por la puerta, soportando con ojos cerrados las miradas sobre mí.
Escribiendo sobre mi propio dolor. Sobre estas estúpidas decisiones. Un sí sin reparos, un no inconsciente.

En cada respuesta me pierdo. En cada patada que la vida me da. En cada momento en el que desaparecer entre la humareda de un cigarro explotado.
¿Por qué no entré contigo? ¿Por qué no me fui? ¿Por qué me quedé sin motivo? ¿Dónde está la valentía que tanto necesito? ¿Por qué he llegado hasta aquí? Hasta esto.
Y sigo sin entenderlo. Ni una llamada que poder hacer. Ni una historia que contar. Odio tener que ser siempre yo la fuerte. La de la sonrisa, la que dice "tira para alante".
La que con frases incrédulas deja ver algo del sol que está a punto de reaparecer. La que no llora porque lo promete. La que dice sí se puede.
Odio que la única voz que escuche sea la mía. Lo odio porque ahora no escucho absolutamente nada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario