Y
sigue a miles de kilómetros de aquí. Allí donde nada puedo
alcanzar. ¿Cómo luchar ante casos perdidos?
Palabras
escondidas. La dependencia aleatoria. La necesidad de estrujarlo todo
hasta quedar en nada. Porque eso es lo que había delante de mí. Ni
siquiera tengo un muro que destruir. Los restos del pasado. Del
pasado de otros. Me caen los ladrillos de otro mundo. El que me sigue
destrozando día a día ante una inseguridad patente. Ante una voz
ahogada que nadie escuchará.
El
atractivo de un cuerpo vacío,un cuerpo lleno de cicatrices y a punto
de explotar. Nadie volverá.
Unas
sensaciones que nunca llegarán a ser plenas. Estoy cansada de ese
quién. Nunca tuviste fe. No se la pudo llevar.
¿Quién
te hace llorar? ¿Quién te hizo creer? No te atreves si quiera a
desnudarte a solas. Frente a la nada. La
culpa. La mía, la de creer y seguir. La de buscar en la nada. A
sabiendas de no poder encontrarla. De ser la única que se estrella
contra el espejo.
Siempre.
Dijo siempre. Mis ganas de gritar fueron tan fuertes que el cansancio
me hizo dormir. Siempre, cuando el nunca había salido años antes.
Esa canción, esos besos, esos amores. El no desdibujado entre tus
palabras.
Mis
ganas. De huir, de saltar. De olvidaros, de olvidarme.
Piedras,
piedras, piedras... Solo piedras. No está bien. Nada lo está. Mis
mentiras, mis engaños, mi destrucción. Dios, toda esa destrucción. Estoy
ciega, igual que ellos. No soy lo que quieres, ambas lo sabemos. No
eres guapa, no eres alta, no eres valiente, no eres inteligente, no
eres simpática, no eres buena gente. No eres nada que pueda querer. El
mundo te come mientras intentas cambiar una minúscula parte de él.
No eres el juego del que recordar. No eres. No.
Hablemos
a la cara. Solo lo haces para pelear, para discutir. Para luchar por
lo que crees correcto. No entiendes que ya lo intenté. Esperé sin
motivo. Sin saber por qué. Era lo único. Y esperé. La espera tuvo
un ilusorio resultado. Lo intenté. Frené durante días, durante
meses, durante años. Dejé de correr. Y todo eso lo aprovechaste
para adelantarme. Para ponerte delante, dándome la espalda con tu
propia espera.
Ambas
eran inútiles y solo alargaban el dolor que desde un principio tenía
marcada la historia. La diferencia entre tú y yo es que no estoy
dispuesta a pagar ese alto precio.
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