14/2/18

Única elección

La vida es un giro de incesantes movimientos.
El tiempo me da la razón. Los bienes terrenales dejan de tener sentido. Y ahora me encuentro aquí, sin nada. No hay bienes por los que luchar o pelear.

Sólo tengo mi cuerpo y mi mente. Un cuerpo dejado ante el paso de los días y una mente fuera de lugar que sólo quiere elegir. Elegir sobre el cuerpo, elegir sobre el futuro que el pasado me ha arrebatado.

Sólo quiero esa elección, la elección. No hubo preguntas ni consultas.
Todo se hace, los días pasan y nadie me pregunta qué es lo que quiero.

Ya no puedo más. Me desprendería de todo. Me desprendería del cuerpo y de lo físico. No quiero nada que cortar, nada que sentir.
Me desprendería del conocimiento, de la súplica e incluso de la armonía.

Sería una mente amarrada por el rechazo y la influencia. Lo dejaría todo por poder elegir una sola vez. Tener una elección que día tras día me ronda la cabeza. Pero nadie pregunta y me enseñaron a callar. Me enseñaron a ser lo que no soy, a vestir como los demás. Me enseñaron a no destacar.

A nadie le gusta la realidad, pero no por ello critico y margino. No por ello etiqueto los sentimientos y juicios de los demás, aunque los míos estuvieran etiquetados antes de respirar.

La lista se ha quedado en nada. Pensé que la envidia y el cariño la mantendrían ocupada, pero no es así. Todo acabó, la goma se quedó sin uso y no me di cuenta de cuándo, pero sucedió.

Vuestros ojos sólo verán a una egoísta enferma que no sabe distinguir el bien del mal, que está confusa ante una vida que la supera. Quizás sea así. Mi razón ya no tiene sentido, no funciona como debería, no funciona como la vuestra. Es una razón con miembros amputados e incoherencias claras. Es una razón sin razón.

No hay amor que pueda salvarme de esta vida. No existe la palabra amor entre mis usuales a menos que se trate de una historia de ciencia-ficción.
Amor, amor, amor.

Palabras tan usadas que evitas por el dolor que te provocan, al recordar que todavía sigues enamorada.
El olvido es la salida, el único acto que nos evita los numerosos momentos que nos han manchado la cara. El olvido terminará con todo.

Pues que se lo lleve todo. Lo bueno también, no valdrá la pena recordarlo por la pena que lo rodea.

Sangre, crujidos, silbidos y sinsentidos. Vivir en una guerra lleva a la desesperación y la locura. Balas y cañones que terminan con la vida de otros. Nimios y superfluos seres vivos.

La tierra sigue girando y eso es lo único que importa. No importa nada más, no importan estas palabras. Y quizá no importe que ella siga girando.


Zapatos de tacones negros, maquillaje y vestidos. Fiestas importantes, como todo lo importante. Lluvia de ideas, ideas vagas que nadie entenderá. Yo no lo entiendo, me cuesta.

Te lo descubriré. No hay nadie, sólo tus pensamientos. Ella ya no está, sus pensamientos se quedaron en el funeral, junto con su cuerpo enterrado y a medio comer por los gusanos.

Miedos que aceleran el pulso, besos que corrompen la calma. Te dejaré ahí, junto a los demás. En un campo seco y quemado. Un campo lleno de trigo oscuro que las alimañas devoran sin pesar.

Son palabras que agrietan. No cuentan nada, no hilan nada, pero al leerlas te destrozan.

No diré más. Es lo que todos pedís, no digas la verdad. La verdad duele y el mundo debe tener esas fronteras. La frontera de la verdad.

Verdades como vuestra falta de comunicación, mi odio hacia vuestra posición por la ausencia de aceptación y respeto. Verdades como tu incapacidad de realismo, como tu enfermedad en el reflejo, como tu terquedad ante los grises, como mi deseo, como tu silencio. Como el silencio de todos.

Vuestras miradas acusadoras no me harán cambiar. Sólo aumentan el prestigio de no aparecer tras mi huída hacia algo mejor, algo diferente, algo productivo que me empiece a humanizar.

Canciones y letras que cada vez veo más lejanas. Dardos envenenados que atraviesan mi sistema nervioso a través de venas que actúan sin permiso.
Extremidades débiles y sin trabajo.

Ojos que sigo buscando, miradas inciertas y extrañas. Elecciones sin recursos.

Me empiezo a dar cuenta. Empiezo a irme del mundo. La única diferencia es que ahora lo hago de forma consciente y sin ataduras. Con la única falta de recursos entrometidos que no me dejan marchar.

Ya no son metas, personas o deseos. Sólo recursos. El resto ha dejado de ser un impedimento, ya no hay barreras ante tanta inconformidad.
Estaría encantada de visitarte. De decirte a la cara lo que pienso y así obtener una respuesta gestual o al menos activar mis músculos por una finalidad común. Y aunque no fuera común, sería reconfortante.

Deseo subir y arrepentirme, pero subir al fin y al cabo. Pues tú no eres quién para rechazar mis encantos e ingeniudades. No eres la que grita cuando hay dolor, sólo la que escucha cuando se cantan nanas.

Y no lo entiendo. Sé que escribo al vacío, a la nada, que es la única que siempre tiene espacio para mis caras y mis gestos. Para mis besos y mis saludos. Sé que no estarás, sé que no estás, no eres el hombre que mis reacciones creen formidable. No eres nada y el pecado que sus poderes verán en todo esto cobra la misma importancia que tu ausencia. Porque querido, no eres nada, sólo un ser imaginario al que poder echarle las culpas de la suerte mal repartida. Eres tú inexistente y viviente en sus cabezas que a ellos les sirve para continuar y a mí me sirve para decir, tú eres el culpable.
Sin coherencia alguna, como todo lo que me rodea.

Mi expresión es lo que tengo. Mi expresión y mi única comprensión. Es lo único cierto en todo esto y es lo único que deseo llevarme. Todo lo demás que se quede ahí.

La importancia sigue sin estar definida. Te echarán de un grupo. Te sentirás fuera de todo. Fuera de todo no es eso cielo, fuera de todo es cargar con el error que otros cometieron.

Comprendo tu desgana de leer, comprendo tu desgana de pensar. No sé si quiera cómo has llegado a este párrafo. Me atrevería a decir que empezando la historia por la mitad. Aún así, aquí estás, leyendo sin comprender y llevando mis palabras a tu significado. Cambiando lo que pretendían decir por tus historias personales, esas que no le importan a nadie.

Cambia lo que quieras, porque sé que nunca llegarás a entender lo que quieren decir cada una de estas frases. Pero eso no importa.
Importa el hecho de que cada vez que vuelva a leer estos cuatro folios escritos, recordaré con un lenguaje propio e irrebatable que respirar durante otro año más sólo será elección de mis pulmones y no mía.

Como aclaración, esto no es nuevo. No confundas, no confundas como yo. Y ni se te ocurra responder.

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