22/5/16

De repente

Quería preguntarte qué te pasaba. Cómo iba todo. Tu padre, tus pruebas, tu situación. Quería abrazarte con todas mis fuerzas, sin reprimir tantos impulsos que día a día iba acumulando. Mis ganas de besarte, de acariciarte. De sentir el tacto de tu piel. De mirarte a los ojos, de que apartaras la mirada.

Quería hacerte mía. Deseaba explorar cada curva de tu cuerpo, cada esquina. Deseaba besar cada ápice de tu físico arrollador.
Quería ser tu apoyo, tu escucha, tu confidente. Quería quedarme a tu lado. Pero rompiste la cuerda.
Rompiste lo poco que teníamos. Rompiste lo mucho que podía ser.

¿Pero sabes cuál es el verdadero problema? Que no te has dado cuenta. No eres consciente de que lo que crees tener agarrado no es más que una marioneta que hicieron a mi medida. Una marioneta que ha aguantado ver cómo destrozabas lo único que creí haber conseguido. La única cosa que me ha hecho creer que estaba aquí por algo, que había un plan para mí, un destino no escrito. Que había algo. Simplemente algo que me pudiera hacer sentir y llevar los días para delante. Creer que había un hueco, un mínimo hueco en el que mi existencia tuviera un mínimo de sentido. Creer que había alguien dispuesto a abrazarme. Alguien dispuesto a hacerme sentir normal. Sentir a gusto. Sin más que una mirada o una caricia. Pero me equivoqué. De nuevo me equivoqué. Distinta situación, pero mismo fin. Sentir.

Nada de eso es cierto. Sentir. No está hecho para mí. Nunca lo estará. Solo soy una persona más, indiferente o importante. Pero que no siente. Es incapaz de sentir. No tiene posibilidades para ello.
Posibilidades para que una única persona en todo el universo le haga sentir. A solas, a oscuras, entre delicadas caricias que nunca tendré.

A lo máximo a lo que puedo aspirar es a ser una manguneada. A ser el consuelo de un hombre obsesionado. A ser el cuerpo desecho de un alma que nunca encontrará su lugar. Un alma que vive errante dejándose llevar por opiniones dispares y que únicamente se reconforta con los golpes que la evaden de la realidad. Esos que durante un par de minutos le hacen olvidar su propia existencia. Esos que un día me faltarán, al igual que la valentía que nunca he tenido para poder saltar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario