Alma errante. Dulce oscuro que lo
alumbra todo. Corazones rotos. Llantos acallados entre gritos de
silencio. En el pecho, un puño luchando por la libertad. Inerte,
yaciendo sobre la grasa negra de unos ojos perdidos.
Una mirada inexistente. Ojos rojos
ocultos entre las sombras. Evitando cada esquina a la que poder
mirar.
Hora correcta, esperada y sorprendente.
Un seco aleteo, afilado, moviendo el
aire frío de tus entrañas. La nada nadando como piraña enfurecida.
Luchando desesperadamente, peleando por lo que nunca será suyo. El
aire de los vivos.
Los sonidos que nunca escuchamos. Los
que presentes golpean nuestra cabeza hasta incomodar el alma. Sangre derramada, manchándolo todo. El
pasado, el presente y el ahora.
Sucios esclavos del tiempo. Sin nada en
las manos. Sólo una vida que destrozar y llenar de lágrimas
derramadas. Como el vaso que con tanto anhelo llenáis entre
hipocresías y falsas sonrisas.
Escupiendo falsedades, cuchillos
puntiagudos con los que os cortáis.
Inconscientes, lanzando heridas que
nunca curarán. Un débil y frágil intento de deshaceros del
dolor. Creyendo sin creer que vuestra lucha tiene un final. Pensando
que hay lucha, cuando no sois más que marionetas astilladas por el
tiempo.
Imperfecciones que os carcomen por
dentro, como termintas hambrientas a punto de explotar. Como hombres sin cables que se creen
máquinas.
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