Juventud, divino tesoro. Paciencia,
arma guerrera.
Respirando hondo. Tomando aire,
cerrando los ojos, alzando los puños. Soltando el aire y volviendo a
la normalidad.
Diana de todos, querida por nadie.
Paciencia ante las risas y los rechazos. Amando el aire, buscando un
destino.
Burlas llenas de cariño, llenas de
ruido y sonidos. Llenas de risas alegres, contactos humanos y
sentidos comunes.
Como espectadora, viendo pasar los años
dentro de un mundo rústico, lejano, tópico. Real. Desde mi burbuja.
Niños, muchos, demasiados. Manchándolo
todo, llenando el silecio de ruidos estridentes y molestos. Como tus
inseguridades. Como tu lengua bañada en alcohol. Actuando libremente
y sin pensar.
Mi corazón lleno de ira, aguantando
con paciencia. Respirando a la espera del hogar. Mi hogar.
Sonriendo, feliz. De verdad, sin
fingir. Sabiendo los contras de mi situación y disfrutando hasta el
final de los pros. Sintiendo el amor, el cariño. Llevándolos hasta
el final. Lanzando besos por todas partes.
Rechazados, ignorados, devueltos,
aceptados, guardados en el corazón. Besos a quien quiero y como
quiero. Amando a quien amo. Sacando todo lo bueno que siento y
acallando sólo lo malo, justo antes de eliminarlo a través de la
caja sin fondo.
Queriendo tu voz y sus finales, tus
ojos y su pasado, tus ojeras y sus llantos, vuestros pasos. Los
pañales, la alopecia, el embarazo, la inseguridad, el despiste y las
idas de olla llenas de desastre. La mezcla perfecta. Una salsa de
vida. La mía.
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