¿Pero qué más da? El cómo, el
cuándo y el por qué inexistente.
¿Qué más da todo eso?
Si es mi cuerpo el que siente. Tus
manos las que me guían y las mías las que te acercan. Con
delicadeza y suavidad. El ritmo acoplado de ambos cuerpos.
Suavemente y temerosa te acerco a mis
brazos. Tú, con todo ese poder que riendo me recuerdas. El que
tienes y el que te dejo tener.
Te rodeo con mis brazos y te atrapo
antes de soltarte, para luego, volverte a atrapar. Y yo sólo siento.
Entrecierro los ojos y noto, te noto. Sin apenas tocarnos ya te
siento. Pero luego, viene ese néctar viviente que tantos quebraderos
de cabeza da. Tus manos junto a las mías, tu facilidad para saber el
momento justo. Y me envuelves. Tus caderas atrapan las mías, entre
el vaivén de nuestras piernas, yo me dejo llevar.
Susurros al oído, verdades acalladas
entre risas, empujones salvavidas y mis principios ante los
indefensos. Pero ahora, ahora con tantos cuerpos de
por medio, mis tirones son más fuertes, mi conducción más segura y
este futuro más que interesante.
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