25/9/15

Tinta seca

A ver si entiendes que me enamoré. Me enamoré de la única que estaba dispuesta a hacerlo. De la única que me ha llevado a tantos y tantos sitios a la vez. De la única que paciente, aguanta mis llantos, mi rabia, mis sonrisas, mi felicidad. La única que cada día me daba algo nuevo, un beso que inhalaba todos mis sentidos. La que con buenos días afrontaba tantas metas y dificultades que decidieron agolparse en una misma esquina. La que cambiaba de dirección.

Me enamoré de la única que no ponía excusas para no verme. De la única que no jugaba conmigo en silencio. La que me dejaba participar en cada nueva tirada. La que desea compartir sábanas cuando las había de por medio. La que aunque me duela, sigue a mi lado. La que desea tanto como yo un nuevo abrazo. La única que quiere estar conmigo.

Pero algo estaré haciendo mal. Porque lo que he dado de mí, parece no haber encontrado el mismo hueco. Las medidas cambian de un lado a otro. Y eso es que algo he hecho mal.
Porque todo el sentir no se queda entre unas y otras. No queda en una frase inexistente cuyas lunas son propiedad de otra.

Si no te quisiera, no podría cantar. Si fueras menos que nada, todo el dolor habría sido inexistente, todas mis ganas, todo lo bueno que he sentido. Lo que siento al recordar algo que nunca dejé ir. Que se fue sin más. Todo lo nuevo que me descubriste a sabiendas de que los extremos se hacían cada vez más invisibles. El dolor y el placer. Lo bueno y lo malo. El momento y el lugar.

Si fueras otro papel encerrado en una caja, no seguiría absurdamente esperando a que me besaras otra vez. Y es que me enamoré de mí, idiota.

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