7/8/15

Sintiendo

Y era esto. La facilidad del todo. Como cuando la música suena. Qué más da que me llamen loca. Como cuando vuelvo del gimnasio, después de haber desgastado mi cuerpo en esta nueva rutina que tanto me gusta. Cuando bailo y canto al son de una música que únicamente yo puedo escuchar.
Y me llamarán loca, pero me da igual.

Así es como debe ser. Tus palabras me han abierto los ojos. A la vez que la suerte abrió los tuyos. Fingir nuevos intereses que creía míos, porque los empecé por propia voluntad. Pero el motivo que me hacía continuar no era sino un tira y afloja que desgasta la cuerda en cada nuevo comienzo.

Y el amor no es eso. El amor es la fluidez del todo, es la naturalidad y el dejarse llevar. Porque lleva a cúspide de una locura que jamás nunca entenderán los necios, los que se dejan llevar forzados por una mano que sujeta fuertemente un antebrazo y tira de él hasta hacerlo caer.

La naturalidad con la que suenan los tambores, las melodías en el alma. Haciéndote sentir feliz, nostálgica. Sin apenas entender qué hay detrás. Seguir el ritmo cambiante que apropias con tu cuerpo. Con tus delicadas caricias y con tus fuertes remedios.

Mi amor. Mis tiempos. Notas ajenas que no entiendo pero que acompaño con elegantes ritmos que aparecen sin avisar. La naturalidad, el todo, la necesidad de mover ficha en el momento exacto. A destiempo, sintiendo mi cuerpo bailar movido por mis manos, por mis dedos, por mi espalda, por mi pecho. Por mi alma, más viva que nunca. Entendiendo que los motivos visuales son algo pasajero, pero que cuando lo que hay detrás aviva de nuevo esa llama que apenas dos trozos de madera han llenado de plenitud hasta ahora, es cuando sé que debo estar aquí.

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