Y de desastres va la cosa. No existe el
punto muerto sino las vueltas estrepitosas. Por una llanura sin color
fijo. Porque en este momento nada me basta.
Nadie me sirve, nadie me llama.
Respiro profundamente, tranquila,
asumiendo de golpe todos los golpes. Entendiendo que el mundo es un
viene y va de todo. La suerte llega, con cualquiera de sus caras.
¿En quién me apoyo?
Recuerdo gente que huyó, gente que
eché, gente sorda y gente ciega. Los recuerdo a todos, vagamente,
pero ya no los veo. No hay nadie. Así que soy yo quién decide, todo
depende de mí.
Que te veas guapa al mirarte al espejo,
que busques futuro independiente, que yo deje de luchar por otros.
Tan grande es mi lucha en este momento,
tantos esfuerzos estoy poniendo para conseguir volver a la
normalidad, que el resto ha quedado en nada. El resto ha quedado
olvidado y el mundo sigue girando. Y con él ahora giro yo. En época
de vacas invisibles, pero giro.
Y que venga lo que venga, que puedo con
todo y con todos. Que el ser humano y su sociedad están totalmente
premeditados. El egoísmo y la hipocresía predominan en el aire. Y
pese a ello, yo frenaré con una sonrisa.
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