17/1/15

Yo sí lo decido

El sol, el bullicio. La gente cantando, mi interior saltanto. Por el aire. Volando cual paloma libre. Corriendo por la playa, por el campo, nadando en el horizonte. La alegría de vivir, de respirar, de tener, de sentir. Sentir las risas, sentir la risa. La propia risa. La que no te deja respirar, la que parece estar a punto de vomitar todas las cosas buenas que tienes dentro de ti.
La risa que quieres parar porque ese dolor en el vientre es molesto. La risa que salta vallas, rompe muros y vive los segundos.

La que te hace olvidar a los desconocidos. La que por más tonterías absurdas y sin sentido que diga, más interesante se hace. Reír, reír, reír.
La vitalidad que recorre tu sangre entre lágrimas que no puedes evitar. La risa y el llanto a la vez. De la mano, como buenos hermanos en estos momentos tan hermosos. Hermosos como la vida. Mi vida. Cuando camino junto a ella entre risas y botellas. Mi vida, conmigo. Mi camino, el único.
Ahora sí. Ruedo sobre la arena cálida tras un chapuzón veraniego. Ahora sí. Me río ante todo ello. Ante todos. Sonrío porque ya sé que el resto no es nada, solo cartones sobre un escenario.

La protagonista, yo. Y por eso no paro de reír.

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