18/1/15

Secretos

Me levanté corriendo. Me volví a poner los zapatos y con toda la rapidez que pude volví a coger las llaves y lo poco que necesitaba para salir. Corrí calle abajo en busca del primer autobús que pasara. Pasó, fortuitamente segundos después de yo llegar. Una vez montada te volví a llamar, no contestaste. 
Te volví a llamar y una voz respondió al otro lado.
Con esa facilidad para distorsionar la realidad constesté. "Era broma". Broma parecía el camino que yo había escogido. Con una mentira sobre la que apoyarme llegué a mi destino. Minutos esperando. Llamándote. Un cuarto de hora pasó y yo seguía allí.
Finalmente apareciste, pasabas por allí de camino a casa y mis recados del banco me habían entretenido en el centro. Pero, ¿de qué banco hablaba?
Apenas unos segundos de intercambio de palabras, treinta metros más adelante, cinco minutos pasados y me dirigí al mismo autobús que hacía media hora me había dejado allí. Para volver a casa, para volver a la cama en la que estaba tumbada justo cuando me llamaste. Cuando me dijiste que ibas a pasar por mi parada, por si yo estaba allí. Justo cuando me hiciste saltar de la cama.
Era una niña ingenua, loca e impulsiva. Todavía sigo siéndolo. La única diferencia es que ahora te veo y no recuerdo el motivo por el que atravesé toda la ciudad con tal de una sonrisa más.

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