9/12/14

Superando expectativas

Entre cortinas. Música cercana, trajes deslumbrantes. La falta de una pajarita blanca. La idea de una nueva para el año próximo. Canciones familiares, voces desconocidas.
Detrás, a la espera. Un cuerpo cautivador, tez tostada, movimientos brotados desde las raíces. El descanso y la coordinación entre curvas traídas desde los cielos.
Un llanto adolescente corriendo por los pasillos. El llanto para y se coloca tras de mí. Unos cómicos bailes flamencos devuelven la sonrisa ante la emoción de una actuación frente al rey de los reyes.
Cinco más. Solo cinco. Las farolas se apagan y ese silencioso atractivo hace tiempo. A la espera de mi colocación. A la espera de mi correcta posición y mi decisión sin tapujos.

Allí estaba. Sombras lejanas parecían observarme, pero yo solo acompañaba la balada de su armonía. Unas jóvenes curvas gritaban con rabia y mis manos firmes la sostenían de forma rítmica. Sin parar. Poco a poco. Al principio de forma pausada y delicada. Pero la fuerza fue tomando el mando y esos golpes la hicieron suspirar mientras me mordía el labio. Sintiéndola recorrer mi sangre con rapidez. Bombeando mi corazón dormido.

Una pausa. Yo aguantando, hasta la señal que indicaba el movimiento final. El clímax de la locura. La cúspide de mis sentidos. 
Lentos susurros. Palabras acalladas y un golpe final. El nuestro.

Un guiño de complicidad, un aplauso sin sonido y un gesto de espera. Por parte del baile cómico, por parte de la silenciosa sensualidad. Y el fin llegó, entre aplausos y presentaciones.
Mi sonrisa amplia me devolvió a la realidad. La que tanto había deseado desde que entendí a qué había venido.
De nuevo, calmada, entre el abrigo de las luces y la tierna almohada, observé aquello que días atrás me había hecho bailar sin más intención que una charla de ascensor. La falda se acortó y yo embobada escuché cómo el veneno la devolvía a su amor traicionado que tanto la había hecho llorar días atrás.

Un abrazo. El único en años.

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