29/11/14

Momentos inoportunos

El aire llena mis pulmones. El nudo ya no está. Se ha deshecho. Como siempre el tiempo deshace con delicadeza cada lazo marinero y la cuerda se destensa. Se desenreda y vuelve girar. Respiro. Noto los pulmones, el aire inunda todo mi cuerpo. Vuelvo a ser yo.
La ansiedad incontrolable ha desaparecido junto a problemas que ya no son nada. Solo quedan las decisiones. La realidad de algo cobarde y difuso.
Cansada de esperar una respuesta que no llega. Sorprendida ante tantas actitudes infantiles que intentan golpearme con sonrisas ingenuas. Ya está. El silencio inunda mis pensamientos. Ya está.
La sonrisa vuelve a su lugar y los pensamientos al cajón del olvido. Mis decisiones encierran con llave cada una de esas relaciones. 
Entiendo tanta dificultad. Entiendo ese ápice de esperanza y la equivalencia entre un segundo en compañía y unos meses a solas. Entiendo que no entiendas nada de lo que digo. Que ni siquiera sepas que estoy diciendo algo. Que ni siquiera veas a mis labios moverse. Lo entiendo. Y no pido más.
La montaña ha caído estrepitosamente por la lluvia de estos últimos días, pero los pedazos que quedan han empezado a subir de nuevo. Revisando cada uno, he encontrado los defectuosos. Los que olvidaron mis sentimientos y me dejaron a la espera de algo que nunca llegó. De algo que no llegará, de algo que ilusamente podría decirse que dejo escapar.
Sin comentarios, sin números, sin consejos y sin ayudas. Sin nada más. Solo compañía monótona. Con eso bastará. Te basta a ti y me basta a mí. Hoy nos basta. Y con sonrisas nos despedimos de ese último abrazo. Estaré junto al teléfono, pero no en la sala de espera. No cuando te has perdido.

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