26/12/14

Pesadez anual

Ergo, ¿qué?
Cambios, cambios y cambios. Todo cambios. Empecé siendo la misma niña de siempre, la sometida a las reglas sin sentido. Las facciones me cambiaron, ya era una mujer. Paseé como una loca descalza entre el equilibrio y de un extremo a otro salté. Pasé de no dejar que nadie me tocara a que hicieran conmigo lo que quisiesen. Buscando algo. No sé el qué.
Rompí con mis miedos, decidida a sentir. Pero no sentí nada. Absolutamente nada. El recuerdo del último roce de tus labios sobre los míos fue lo único que despertó algo aquí dentro.
Mi interior no estaba muerto, pese al tacto desconocido de unas manos que no volveré a ver, movimientos infantiles que solo quieren diversión. Llegué al extremo creyendo poder encontrar algo. Sólo se quedó en creer.

Me dejé llevar por la libertad que empezaba a sujetar. Retos que descartan un camino inexplorable.
Rompí con creces una maternidad prematura. La sinceridad nunca es gusto de nadie.
Desapareciste después de soltar la bomba. Sólo volviste para curar las heridas que te dejaron. A ello se reduce todo.

La autodestrucción también desapareció. La hice desaparecer a base de intentos por reconstruir lo que nunca se construyó. Dejé los ladrillos a punto y me fui, esquivando una pared indestructible.
Pena, como el resto. Los sentimientos se apagaron. Pero esta vez como el recuerdo de la primavera.
Sorpresas gratas en viajes improvisados. Un amor a kilómetros. La distancia que hace más intenso cada reencuentro, cada recuerdo. Amistades surgidas de las cenizas del dolor y de la satisfacción encontrada en los mínimos. Suerte y alegría. Muchos pasos quedan por dar.
Cariño y locura. Bendita locura. Ganas de vivir entre risas y estupideces. Los fantasmas de alrededor y la formación de la persona. Lejanos besos y conversaciones pendientes. Irritación y meteduras de pata ante la impaciencia de insultos y miradas descaradas. El futuro por llegar con una familia reconocible de quejas y alcohol.

Se fue este año. La luz se apaga y con él se irán los recuerdos. Pero también parte de mi silencio o mis respuestas pausadas ante una ausencia que no puedo reprimir. 
No con tanta hipocresía cerca.

Un beso, de los que nunca acaban. Cortando de forma delicada tras rehacer un nudo de madurez.
¡Ay! madre, ¿qué habrá sido de ti?

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