9/11/14

Romper con todo

Y se rompieron los veinte. Las lentes se caían, resbalaban por el propio peso de la gravedad. El escozor irritaba mis ojos. Ya no es como antes.
Estoy en el camino. ¿En qué camino? Si no sé a dónde voy, cualquiera me sirve.
El cero se recompuso, pero ni siquiera él pudo aguantar. Mis ojos entreabiertos no pueden mirar más allá. No puedo respirar. No puedo ver. No pueden oír.
Se fueron. Se fue. Mis ansias, mi esperanza, mis ganas y mi futuro. Mis dedos no pueden dibujar. Las letras incomprensibles salen de mi puño. El que deseo utilizar. Para elevarlo en alto. Para volver a mirar atrás. Para llegar a donde quiero. Al principio. A cuando mis decisiones fueron tomadas por otros, a donde no uses mis palabras para herirme en días malos. A donde no tenga que esperar a que el mundo me abra las puertas. A abrir las que no estén cerradas y dejar olvidadas las que sí. 

A olvidar. A olvidarte. A dejarte sufrir por lo que quieres y no arriesgarme a perder mi tiempo por esperar algo que no tengo.
A aprender a decir que no y dejarte ir sin conocer las eses finales de tus palabras.
A decir que sí y aclarar de una vez por todas los pájaros que sobrevuelan tu cabeza.
A entender que el triunfo vale más que la fidelidad.
A dejar atrás todo aquello que creía correcto y solo me ha condenado a la mediocridad. Mi mediocridad.
A escupirte las palabras cada día que me atribuyes la culpa por solo rerpirar a tu lado. Sin pronunciar palabras que puedan hacerte pensar.
A elegir mi camino cerca del tuyo y decirte que vas a ser papá.
A hacerte comprender que te necesito para que me consueles como a esa niña pequeña a la que le hiciste capaz. Capaz de sobrevivir ante un destino evidente ignorado por todos.
A negarme a escuchar y haber deseado que esa caída hubiera puesto fin a todos tus males.
Al egoísmo entre palabras despreciadas por un mismo escritor.

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