2/11/14

Lunáticos buscando lunas

Son horas que dejo escapar. Que necesito dejar escapar. Las necesito para lo de siempre. Una agenda apretada llena de actividades. Cada día tiene sus horas y cada hora su finalidad. Hoy necesito recoger todas las horas en un papel, arrugarlo y tirarlo por la ventana.
Lo que esperan de mí, lo que espero de mí.

No. Hoy no.

Hoy necesito libertad, aires campestres y silencios naturales. Hoy el mundo se echa sobre mí y yo me dejo aplastar. Me quedo sin aire y no quiero luchar. Hoy las cosas se amontonan y me golpean entre risas escondidas.
Ni siquiera escribiendo. No tengo la libertad de plasmar cuatro insultos, cien patadas al aire y ocho baquetazos arrítmicos. Cada palabra que construyo me la robas con tu lectura. Me desnudo ante la evidencia de no poder encontrar soledad, de solo encontrarla dentro.
El agobio me supera, la realidad de encontrarme perdida y de escuchar preguntas que martillean mis entrañas. De escuchar relatos secretos que solo me hieren a sabiendas de que no sé nada. Soy una nña perdida ante un mundo envejecido por la experiencia. No sé nada. La gente me pregunta. La gente me pide consejos, pero no sé nada. La estúpida cobardía me retiene junto a la desgana vital.

Montones de papeles y de letras sin sentido. Horas impotentes ante efímeros resultados. La verdad, mi pasión, mis ganas. Mi vida redirigida ante algo que ya no me dará de comer. Lo único, lo único que en todo este tiempo de torpe existencia me hace vibrar es algo que debo dejar para el final. Para las horas que me sobran en el día. Y me entristece. Las decisiones que he tomado. La mayoría condicionadas por una educación hipócrita y disimulada.

Me miro al espejo y en esto es en lo que me he convertido. Lamentos aquejumbrados. No sé quién soy. No sé lo que soy, lo que quiero o lo que no. No sé cuándo llorar, cuándo reír, cuándo hacer detalles olvidados en mi platonismo. No sé ser persona. No sé ser normal. 

Lo único que sé es que mi corazón solo vibra ante esa melodía. Vibra y siente como nunca antes. Nada de lo correcto o incorrecto, nada de lo necesario, de lo aparente. Nada de nada. 

Harta de las personas. De tus silencios. De tu obsesión. De tus preguntas. De tus groserías. De tus balas perdidas repletas de palabras. De tus gritos de odio. De tus borderías. De tu carácter. De tu ingenuidad. De tus cotilleos. De tu dependencia. De tus puñeteros ojos verdes. 

Y todo esto, ¿en qué acaba? En saco roto. Porque no entenderás. Porque leerás y recompondrás el puzzle a tu manera con tus piezas, sin entender nada. Sin entender a quién hablo, de quién hablo o desde dónde hablo. Leerás y reconvertirás mis palabras en ofensivas dibujadas en el aire, en cobardía camuflada. Pero no, no será así.

No me gusta quién soy ni cómo soy. No me gusta a dónde he llegado ni cómo he llegado. No me gusta hacia dónde estoy yendo. No me gusta que me hables cuando mis palabras son malinterpretadas en tu cabeza. No me gusta nada.
Solo queda seguir. Reorganizar los papeles y trabajar para hacerlos desaparecer. Esperar a que el tiempo pase y con él todos mis errores. Mientras tanto aprovecharé esas horas sobrantes que me dejan ser feliz dando golpes y construyendo mundos imaginarios.

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