12/10/14

Sin tapujos

La excitación pura y dura. La tuya clara, la mia oscura. La sutileza de tu giro, de tu mirada. La de tus caricias, las que yo reprimía. La excitación inaccesible de tu cuerpo. La extrañeza ante algo no prohibido.

Tumbada, recreándome en la compañía, en la distancia. Unos segundas antes fui capaz. Sin miedo sin dudas. Logré de un golpe acabar con todas esas flechas que con cariño fui clavando. Incluso con las que tú fuiste clavando. Acabé con todas, sin que tú lo supieras, sin necesidad de que lo supieras.
No podía sostenerte la mirada. Me había desnudado ante ti, veías mi corazón como un cristal. Transparente, sin entradas secretas ni vías de escape. Solo quise tumbarme y alejarme de esos ojos felices que con ternura me miraban.

Llegaste tarde, sin conocer los precedentes. Te tumbaste en mi espejo y decidiste atacar. Por dentro y por fuera sonreía ante tales familiares movimientos. Ignoraba cómo iba a acabar todo aquello. Solo sabía que me gustaba.

Acomodados, comenzaste a acariciar. Yo quieta, solo ocultaba mi mano tras las sábanas y miraba sin mirar. Algo comenzaba a aumentar. Tres palabras entrecortadas rompieron el silencio. Una frase que insistí en acabar. No estaba loca. La cosa iba a más. Tu mano encontró la mía, los dedos se entrelazaron y allí dormidos se quedaron.

Tu cara se acercaba cada vez más. Tu mirada aguantó, pero en un último momento se apartó. Todavía hoy me pregunto por qué. ¿La persona? ¿La compañía? ¿La situación? No me importa, la verdad. Solo quiero saber qué más ocurrirá.

Me miraste, sonreíste. Otra mano buscó un abrazo y se paró con dulce sorpresa en una zona peligrosa. La que casi nadie puede tocar. Se quedó a medias, en el límite. Yo no podía más. Necesitaba entender, pero opté por dejarme llevar. Seguí con mi actitud pasiva reclamando lo poco que podía reclamar.

Tu espalda la recorría con movimientos seguros y varoniles. Un suspiro de excitación pedía más, pero de una manera u otra debía acabar. El suspiro acompañado por la quietud de tu mano me recordó entre latidos avanzados que la situación no era normal. Pero eso no me impedía disfrutar.

Una confesión retórica te miró con felicidad, pero finalmente decidiste parar. Tú insistías en respirar juntos, yo ofrecía una cama que no era mía.
Esa noche quedó atrás, pero con el más mínimo recuerdo, mi corazón empieza a latir de nuevo. Solo sé que quiero más. Más noches así.
Más tiempo, solo eso. Más.

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