19/10/14

Mis detalles

La vida es sencilla. Solo hace falta comprenderla. Es imperfecta como todo. Siempre hay baldosas que arreglar o esquinas que moldear. Cuando arreglamos una, otra aparece. Es el eterno ciclo de buscar la perfección, nuestra perfección.

Con lo sencillo que es sonreír. Es más sencillo que gritar, se utilizan menos músculos. La sonrisa es la moneda de cambio más valiosa que tenemos, pero que nos negamos a valorar. Las sonrisas, las de verdad, las que se sienten, no las que se ven. Y son tan fáciles de conseguir a veces...

Es extraño. Es algo que únicamente se valora cuando es más difícil de conseguir. En días malos, luchamos con todas nuestras fuerzas para conseguir un leve movimiento de labios que pueda parecerse a una sonrisa. Sin embargo, día a día, apenas sonreímos y si lo hacemos no nos damos cuenta. Las sonrisas son subjetivas, como todo. Cada uno le pone su propio precio y las consigue a su manera. Yo cambié el mío. Antes, una sonrisa valía millones. Millones de segundos y millones de palabras. Ahora solo me faltan en los días malos. En esos días en los que busco comprar alguna por donde puedo.

Pensé ¿por qué no sonreír con todo aquello que me hace feliz? Tus exageraciones, tus cotilleos, tus tomaduras de pelo, tu falta de ritmo, tus celos, tu interés, tus palabras, tus besos, tus sonrisas, tus chistes malos, tu historia, tu habitación, tu música, tus tiempos.

La vida a cada minuto. Las personas. Lo fácil que es escuchar, apenas dura unas horas y puedes hacer a una persona feliz. A una persona que desea con toda su alma volver a verte un día más, para hablar, para contar, para disfrutar de la juventud que alimenta la monotonía de los días. Lo fácil que es abrazar, en cada reencuentro o cada despedida, sintiendo con cariño a un ser querido. Recordando con el tacto que tienes a alguien cerca, alguien que te da calor. Lo fácil que es dar gracias. Gracias por los años, por la buena salud. Por la posibilidad de abrir una puerta, bajar unas escaleras y correr hacia cualquier lugar. Playa o montaña. Lo fácil que es perdonar y dejar atrás un sentimiento absurdo, recordando únicamente el fallo que se pudo cometer. Lo fácil que es besar a una persona sin más. Olvidando el resto, sin pensar. Solo sintiendo y actuando como quieres actuar. Lo fácil que es decir te quiero. Son solo dos palabras. Hacen falta menos de cinco segundos. Sin embargo, escasea. Mea culpa.

Escasea la única frase que hace latir de verdad a dos corazones a la vez. Acompasados y llenos de gozo mutuo. Llenos de vida y alegría. Sonrisas irremediables frente a palabras acogedoras. Palabras que hacen llorar y reír a la vez. Que reviven las almas dormidas. Que despiertan la ceguera de los ojos. Que le recuerdan al ser humano que sí, que la vida es imperfecta. Pero, ¿qué más da cómo sea, si hay un te quiero de por medio?

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