8/9/14

Vasallaje

No es negro. No llega a tomar color. No está cerrado, no está abierto. Está al aire libre y me siento encerrada por la brisa. ¡Ah, no! No hay brisa. Siento la presión, la cabeza me va a estallar, los oídos lloran de oír ese grito tan enorme. El del silencio, el de la mentira. La mentira que vives y que fuiste capaz de pronunciar. Esa mentira que aplasta a la verdad que se creía.
La buena comprensión de las palabras. Las que la mente se lleva, las que se dejan llevar por la mente. El sudor recorre el cuerpo. La espalda. Una mano busca algo en la oscuridad de la noche. No encuentra nada, solo un cuadrado negro que sostiene al despertar. Al ver que un nuevo día comienza. Un día más en el horizonte sin fin que oprime la libertad. Vejación. Qué palabra tan intensa. Rota. Como las vidas. 
Ese picor incesante sobre el ojo. La confianza partida y edificada sobre una partida de cartas amañada. Con mis ases escondidos y mis comodines enfundados, a punto de salir. Ya han salido. Al menos uno de ellos. La ingenuidad fingida llegó a su fin, pero no las ganas de evitar el desengaño. El fin. No el fin. Un punto y aparte. Un gran aparte que se transforma en soliloquio. El mío, tras encontrar el camino que había estado buscando.

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