21/9/14

Difícil para mí

Malditos recuerdos. Malditos subsconciente. Trozos de destellos entrecortados. Escondidos en los recuerdos, en las sensaciones. Un estillo llano y repetitivo. La respiración se hizo lenta, como el momento. Un susurro buscaba el silencio y mi corazón despertó con un grito ensordecedor que mis venas no pudieron ignorar.
El aire entró por mi cuerpo y con él se llenó cada ápice de mi alma. Mi interior sonrió. Cantó ante la vida que se presentaba delante de mí, después de tantos y tantos años escondida. Una vida entre respiraciones pausadas y monótonas. Una vida que se levantaba en pleno apogeo. En una oscuridad placentera, ante unos ojos que no podía ver, ante un tacto pasional. Apenas rozó mi cuerpo, pero eso bastó para seguir aquí, debatiéndome entre lo que soy y lo que creen que soy.

El orgullo y el despojo. Me siento semidesnuda ante mis sometimientos, pero peor me siento sin sentirte cerca. Sin hablar. Reconcomiéndome la cabeza sin saber cómo o con quién estás. Silencios que duelen, pero sin preguntas que postular.

No era este el motivo. Mi cabeza vuelve a la melodía. La que esas voces entonaron creando una conversación armónica. Noches. Noches que echo de menos. Que nunca más volverán aún con las cartas sobre la mesa. Las estrellas, las únicas luces nocturnas. Palabras que no escucho. Solo oigo a alguien hablar mientras que la noche se extiende sobre mí, entre manos unidas por algo que nunca llegaré a tener. Algo de lo que soy partícipe a sabiendas de lo que ya sé. Todo por esas palabras. Las del momento con nombre. Con interjecciones cómicas.

Nunca expresan nada. Como la princesa de Rubén. Solo un barullo de sensaciones que se amontonan y buscan adjetivos para darse a entender.

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