2/8/14

De rama en rama

Y más que una extraña. Mis cosas, mi espacio. El que nunca he tenido y ahora ha cambiado. ¿Dónde quedó la delicadeza?
Busco en la repisa de siempre y no está mi papel. Ni siquiera hay repisa. No soy la única que me quiere fuera de esta casa, pero nadie tiene el valor para echarme. Nadie tiene el valor para decir la verdad, para plantarla en medio y mirarla a los ojos. Solo queda escribir, y ya ni eso.

No me salen las palabras, el papel sigue lleno de nada. Como yo ahora. No tengo nada, no tengo ideas, no sé responder. No tengo espacio para escribir, para escribirme. Se entrometen y yo me dejo, por culpa del atractivo que ven mis ojos. Por culpa del cariño que los desconocidos me dan. Por culpa de los ansiosos de conocimiento, de los que buscan comprender lo incomprensible. Los que buscan entender mis actos cuando ni siquiera yo soy capaz de entenderlos.
No siento nada. Hago estupideces y no me arrepiento. Pero es que ahora ni siquiera mi garganta siente arcadas al recordarlo. Los besos desconocidos son tan nimios que no producen nada. No producen el asco de besar algo agobiante, ni la incomprensión de algo desconocido y mucho menos la escalofriante sensación de un recuerdo permanente.
Simplemente nada. Sigo sin entender el atrevimiento, pero sí el motivo. Entiendo el rechazo a repetir y entiendo mi comportamiento. El cuerpo ha dejado de ser algo importante, algo que valorar o cuidar. El tacto físico solo produce dolor y nada que volver a repetir.

La desgana de mi cuerpo aumenta y las locuras y sandeces no hacen más que multiplicarse ante ciegos testigos creyentes de las sombras.
No puedo dar explicaciones, solo atraerte a un mundo de habitaciones sin luz, habitaciones sin puertas. Habitaciones que ni yo misma conozco y que no puedo explicar.

Hoy he recuperado el tiempo perdido sabiendo cuál sería el resultado. Ya no más asentimientos ni búsqueda de algo equivocado. No sirvo para ser esa persona. No disfruto con esas cosas aunque sea el camino fácil. El camino de los sencillos.
Desearía poder tomarlo, pero no puedo engañarme, no es lo que quiero. No es lo que me hace feliz, ni siquiera lo disfruto.
No disfruto una hora de distinciones y liberalismo, disfruto un minuto a solas. Soy feliz con un simple vídeo, un minuto que me revive cada risa y que me recuerda el camino que quiero elegir.

Soy feliz con vosotros, sentados en mitad de la nada, con un dolor insufrible, con un frío interminable, viendo luces que no le importan a nadie; pero con vosotros.
Con vuestro tacto, vuestra respiración, vuestros silencios y vuestro cariño.
Soy feliz descubriendo lo ya conocido, soy feliz sabiendo que mi corazón necesita un nuevo hueco. Soy feliz sabiendo que la vida son las personas. No soy yo, sino yo con las personas. Pero con las de verdad.
Hoy me planto y digo, sé lo que quiero.

Las locuras son locuras por eso, pero no me llevan a nada, ni siquiera en el momento. Son cosas que se hacen por probar, por saber si es cierto. Si es cierto lo que dice esa voz de dentro. Pero no, hay una segunda voz más suave y débil que la anterior, diferente a la de la razón y más sabia que ésta segunda.
Es la época de las locuras, pero solo llena la compañía.

No sé por qué le doy tantas vueltas, en blanco y en botella...

Que sí, que es así. Que yo lo sé, que tú lo sabes, que él lo sabe y que el resto del mundo también. Que son cosas que se saben, pero no se dicen. Que son cosas que se quieren oír, pero yo mejor las escribo. Que es algo raro, teniendo en cuenta mi definición de raro.
Que es algo que me encanta y que me asusta a la vez. Porque es algo que me asusta porque me encanta. Es algo nuevo, intenso, rápido y con falta de tiempo. Es algo que quiero seguir construyendo aunque estés tan lejos.
Es algo que nadie esperaba, y mucho menos yo. Es algo que me cuesta reconocer por el miedo eterno a mis sentimientos, pero es algo inevitable y que tú ya sabes.

Y es que aunque no haya llegado ni siquiera a un par de semanas, sería un autoengaño evitar la frase te quiero. Y me da igual el resto. Incluso mi voz pregrabada hace tiempo que lucho por eliminar.
Es así, no hay más. Las risas, las historias, los momentos y las anécdotas.
El hecho de conocer a alguien nuevo, pero conocerlo de verdad. El hecho de conocerte y haberte incluido en tan poco tiempo en el círculo de amigos próximos a obtener una parcelita del bombeador de sangre. El hecho de todo esto.

Eres algo sorprendente que apareció de repente y se fue sin despedirse. Pero sobre todo eres algo único que me niego a perder por unos escasos kilómetros de nada. Porque, ¿qué es media España después de haber recorrido un cuarto a pie?

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