7/8/14

Cuatro años de engaño

Cómo cambian las opiniones cuando le toca a uno el problema. Porque claro, es un problema. Y resulta que no es mi problema. No es el problema que me invento, no son las incomodidades que provoco por ser como soy. No es eso, ¿verdad? 
Porque te quiero igual, te trato igual, sigues siendo la misma. Solo cambia el pequeño detalle que te hace querer tirarte a todo lo que tiene una mínima posibilidad de dejarse tirar.
Cada salida termina igual. La última con una pregunta que me provocó un enfado absurdo, pero que ahora entiendo la razón. Y es que tú puedes tener mil amigos. Puedes hablar con ellos, reírte, cucar ojos y ser quien eres. Porque tú los tratas así. Tú conoces a alguien nuevo y tonteas de forma consciente sabiendo que solo quedará en eso. Porque tu manera de ser es así. No tonteas por ser un microondas. Ni siquiera eres un microondas inconsciente. Eres así y punto. 
¿Y sabes quién te miró mal? La esquina de siempre, las dos antigüedades que por no sé qué estúpido motivo seguimos guardando aquí.
¿Y sabes qué hice yo? Seguir como antes, como si eso fuera normal, porque lo es. Nunca se me pasó por la cabeza llamarte microondas, pero hoy me entran unas ganas irremediables de llamarte gilipollas.

Mi problema existe. Hubo un segundo en el que pensé que todo estaba dentro de mi cabeza, que eran invenciones mías. Pero no. Mi problema es real y tu puñetera mentalidad me reafirma que el mundo ya no me trata normal. Y sé que el mundo es algo a lo que no le doy la más mínima importancia. ¿Pero tú? ¿Por qué tú?
Me sentí feliz de saber que seguías a mi lado después de saber quién soy. Pero hoy por fin me he dado cuenta de que sigues a mi lado, pero de forma diferente.
No creo que llegues a darte cuenta de lo doloroso que es ver cómo se aparta de tu lado al bailar cuando hace un año casi se subía encima. No creo que llegues a darte cuenta de lo doloroso que es verte pedir permiso cuando sabes que mi respuesta será afirmativa ante el humo de tus celos insensatos. No creo que ni si quiera llegues a apreciar lo realmente doloroso que es ver tu cara de advertencia tan inescrutable y darme cuenta tras la pregunta "¿Ha pasado algo?" de lo que querías decir en un primer momento.
No sé si es por lo que soy o por lo que no soy. Lo único que tengo claro es que no me conoces. Ya no. Crees que estoy tan desesperada o crees que estoy tan sola o  simplemente crees que no hay nada en el mundo a parte de mí, que en cada mínima posibilidad, en cada mínimo brillo de luz que aparezca me voy a tirar a la primera de cambio sin sentir y sin pensar.

Te odio. Ahora mismo te odio. Y es que no puedo hacer otra cosa. Porque odio que tú, exactamente tú, me hagas sentir así. Me hagas sentir diferente y sin cerebro. Me hagas sentir el mismísimo demonio por ser como soy. Odio que hayas pensado la posibilidad de lanzarme a algo que ni se me había pasado por la cabeza. Odio que me creas tan insensata y tan lujuriosa. Odio que hayas dejado de conocerme. Pero lo que más odio es no haberme dado cuenta antes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario