6/2/14

Para ti el sofá

Hoy he soñado algo extraño. La única persona que he reconocido es alguien al que veo de vez en cuando, pero que no es importante en mi vida.

Ambos estábamos juntos y buscábamos a alguien. Una tormenta se avecinaba y el agua empezó a caer. Se formaron ríos y las calles se volvieron peligrosas. Nuestra búsqueda se adentraba en esas corrientes violentas y yo dudé. No sabía si subir por esas peligrosas calles o esperar a que la tormenta amainase.
Solo dudé en mi interior, pero no hablé de mis dudas. Mi compañero me alentó sin miedo, como si no existiera peligro. De repente, recordé que mi compañero era un gran aventurero, pues se dedicaba, junto con un amigo, a aterrizar con un paracaídas hecho por él mismo.
Sin pensar y sin recordar las dudas anteriores, lo seguí.
Subíamos entre rocas y palos. Buscábamos los mejores apoyos y llegamos a un llano donde el agua quedaba a varios metros debajo de nosotros.
Llegamos a una especie de estación donde los trenes iban y venían. El hueco entre las vías era estrecho y teníamos que estar muy atentos de nuestras espaldas para no ser arrollados por alguno de esos trenes. Comenzamos a avanzar, pero en un momento dado, varios trenes se abalanzaban hacia nosotros. Los trenes iban acompañados de una gran ola y no teníamos escapatoria. Los dos nos miramos y nos pusimos de acuerdo a través de los ojos. Nos dirigimos hacia el precipicio que limitaba esa estación y nos lanzamos.
En ese momento sentí la muerte sobre mí. Sabía que había llegado el fin y que ese salto solo significaba retrasar unos segundos mi muerte. Recordé lo bueno de mi vida y acepté con resignación que todo iba a acabar. La muerte me esperaba, pero sentí una gran felicidad al comprender que la excitación que acabábamos de vivir valía la pena.
Giré la cabeza y vi a mi compañero pensando con una sonrisa en los labios: "qué bien nos vendría ahora uno de tus paracaídas".
Y no sé si fue mi pensamiento o su extraña manía de llevar consigo siempre cosas innecesarias. Pero se acercó a mí en pleno vuelo, me enganchó con sus arneses y abrió el paracaídas. La muerte tendría que esperar, pero esa excitación de ver cómo todo se acaba, siempre quedaría guardado en la caja de sentimientos para recordar.

Fue un sueño extraño con un final superfluo que no voy a contar. Mi reflexión viene a cómo este sueño me recuerda una vez más qué es lo que quiero en mi vida.
Quiero vivir, tener experiencias extremas, hacer que mi corazón lata tan fuerte que parezca salirse de mi pecho. Me dan igual los peligros, estoy harta de la aprensión. Prefiero arriesgar y sentir, a sentarme a ver cómo otros sienten.

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