1/2/14

Despotismo ilustrado

No. Es una respuesta clara, pero la deformas a tu gusto. Si es que puedes deformar.
Este momento no tiene motivos. No tiene empuje. No tiene vida.
Horas insufribles entre desconocidos en casa. Minutos entre personas que no tienen nada en común. En medio de frases y razonamientos ofensivos e inhumanos, pero compartidas por el ambiente que me rodea.
Una cosa es ser diferente dentro del mundo, otra muy distinta serlo dentro del tuyo. 

Actos, principios, condenas, miradas. Todo por cosas que de cara al público hay que tolerar, pero de puertas para dentro se convierten en sufrimiento por algo que no debería ser así. Por algo que no debería estar ahí. Por algo que no salió como debía salir.
Lloran ante la impotencia de haber hecho todo y cuanto recomiendan para una buena formación, y no haber logrado la perfección. Llegaron a un resultado del que se avergonzaban. Pero no se dan cuenta que el resultado es el que realmente está avergonzado de ellos. De su actitud, de su hipocresía y bipolaridad.
Es vivir en un mundo construído en una dimensión totalmente paralela. Es tener que arrastrar todo ese mundo hasta el día de mi muerte sin poder hacer nada a cambio y quedando como una egoísta y cruel por intentar dejarlo de lado.

Es tener que sentir algo por ese mundo que me ata con un hilo invisible a los ojos de los demás. Es sentirlo y no poder expresarlo por evitar un abismo que se puede ver desde aquí.
Es sentir la brutal necesidad de salir de aquí. Cerrar la puerta tras de mí, buscar un nuevo techo allá donde el cariño sea cómodo. 
Sigue leyendo. Porque esto nunca acabará.

Mi sitio está allí, en la playa, a oscuras. Está entre "qué linda eres". Está entre risas absurdas. Entre pelucas y opiniones. Entre siestas y meriendas. Mi sitio está fuera. 
No necesito más dones ni abrazos. No necesito ganas de verme, ni favores no demandados. No necesito ramas a las que agarrarme, ni historias de amores ajenos.
No necesito vivir la vida de otros. Vuestra vida, vuestros cuentos, vuestras palabras que siempre he estado escuchando. Vuestras peticiones de consejos que solo puedo llevar a cabo a través de vuestros problemas, porque los míos no salen a la luz. Los míos se quedan estancados y desaparecen con el tiempo. Porque es lo que me han enseñado, a no hablar, a fingir. A ser felices mientras el mundo de mi alrededor se pudre.
A escuchar los gritos mientras que mis cuerdas vocales estallan entre tanta rabia.

Tú eres la que me levantaste, tú eres el que me acompaña en mi camino, tú eres la que me acerca a mi mundo, tú eres la que caíste por mi culpa, tú eres la que me besaste, tú eres la tragedia que se alejó. El resto no son nada. Son dolor, incomodidad, sufrimiento, desconfianza y gritos sordos.
Si con una mano me llega para eso, para qué demonios quiero el resto del cuerpo.

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