Son tus curvas perfectas que me hacen soñar cómo tocarte.
Cómo hacerte cantar mientras rozo el suave tacto de tu pecho. Tocarte de manera
que incluso tú misma disfrutes. De manera que tu voz calme hasta al mismísimo
diablo; porque el sonido de tu alma es grandioso.
El sonido que se escucha cuando un virtuoso te acaricia.
Porque él sabe los puntos exactos en los que rozarte. Sabe en qué momento debe
ser intenso y en qué momento debe ser delicado. Sabe cómo persuadirte y
estimularte para que suavemente cantes con esa voz celestial que tanto desearía
yo provocar.
Esa voz que parece provenir de tu interior. Pero cuando uno
se asoma al agujero que deja entrever tus adentros, solo se ve un vacío hueco,
solo aire. Porque tu alma no es para cualquiera. Tu alma solo la puede ver
aquel que sepa acariciarte con ternura y sentimiento. Aquel que disfrute con el
tacto de tu forma, aquel que dedique media vida a estudiar tu comportamiento y
figura. Aquel que tiene la suerte de conocerte en época temprana y saber
apreciar la belleza que tiene ante sus ojos. Aquel, que al contrario que yo, se
enamoró de ti en su primer vistazo.
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