Se oye una herida en el aire,
una queja de agua honda,
un reguero de alta sangre.
La herida se queda sola,
y sola queda la sangre,
y la voz se oye más honda.
A la luna le dolía
tanta soledad de muerte,
tanta libertad herida.
Un chorro de acero ardiendo
parte el pecho en dos mitades
y se aleja por el cielo.
El grito se hundió en la mar
y en la playa malagueña
lloraba la soleá.
Si Federico viviera
esculpiría tu voz
con verso de sueño y piedra.
Si Federico viviera...
Jose Luis Cano
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