4/7/15

Mi estrategia

Y sigo sin saber adónde me llevan mis pasos. Conozco el camino y sus complicaciones. Mis instintos y mis conclusiones accidentales llegan a su final feliz.

Porque sabía. El pasado, el presente y el futuro. Lo sabía aún cuando me hicieron dudar de lo que sabía. Pero qué más da.
Qué más da que supiera de qué color era mi mundo. Qué más da que intentaran teñírmelo con frases que nadie creía. Qué más da que esperando a que cambiara de color, siguiera siendo como siempre, el color de siempre, el único que conocía.
Todo eso qué más da. Porque el tiempo pasa, nos hacemos viejos y cada segundo que aprovecho entre mis canciones, es un segundo más lejos de todo esto. Es un segundo en el que me río sin saber por qué.

Simplemente lo envidio. Envidio eso de poder coger el teléfono y llamar. Buscar consuelo, escucha, apoyo. En cualquier momento, a cualquier hora.
He intentado construir, como tantos, un teléfono imaginario. Apoyarme en lo desconocido, dándole nombre y forma, creyendo que si una madre falta, siempre habrá otra en algún cuadro pintado por no se qué pintor muerto de hace miles de años.

Pero dejé de mentirme cuando la realidad era lo único evidente; aún oculto entre relatos lunares.

Sigo siendo yo. A solas. Con conversaciones cada tres o cuatro meses que me dejan soltar todo lo que voy acumulando, porque no encuentro otra manera de sacarlo.

El desgaste muscular, el cansancio, el ritmo que marca mi corazón, las palabras que se destruyen en ojos ajenos. Sólo son conversaciones diarias, guardadas bajo llave y a la espera de un nuevo encuentro con la sinceridad. A la espera de unos ojos azules, un corazón secretamente roto, una promesa que decidí hacer o de un simple amor a distancia.
A la espera de sentir el único hogar que he conocido. Porque este silencio nunca lo echaré de menos.

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