10/7/15

Lápiz de madera

Qué más da el día que sea.
Si sonrío o lloro. Si soy la última o la primera.
Mi sonrisa es el resguardo de la nada, porque para nada sirve.
Los días hermosos, los que con ilusión afronto.

Y estoy cansada. Cansada de intentarlo todo. De subir y subir. De mil formas, de mil maneras, en miles de sitios, desde miles de ángulos. Para siempre, cómo no, ser arrastrada por no se qué roca.

Intento hacerlo bien. No cómo dicen, simplemente bien. Intento ser fuerte, sonreír. Pero todo a destiempo. Nadie conmigo. Yo con nadie. Mi camino lo elijo yo, pero nadie me dijo que mis noches acabarían así.

Y te vas. Tú te vas. Yo perdiendo el tiempo con sonrisas sin dueño, y te vas.
Quizá alguien levante la mano proclamándose culpable, pero ese gesto no espanta el sufrimiento.

Y no sé qué más hacer. Cómo hacerlo o deshacerlo. No sé en qué creer. Mis desajustes horarios son el resultado de mis noches en vela estableciendo prioridades. Y odio la primera, porque deja a un lado las demás.

En mis días malos, el mundo es arrastrado, el mundo comparte suciamente mis desengaños. En mis días buenos, escribo, desnudándome ante ojos desconocidos que apenas saben cuán hermoso era el día.

La oscuridad, mi maldad, sólo el aparte individual para el mundo.

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