2/6/15

Preguntas absurdas

¿Cuál? Deseando en una mínima fracción de segundo que no fuera el único que recordaba. El único que podía ser.

Los años pasan y pasan. No me daba cuenta que para los demás también.
Tres canciones, tres vírgenes manos paseándose entre los telones de un teatro. Soñando con orquestar una melodía que fuera digna de tus aplausos. Deseando acabar con estas malditas cuentas para darte mi tiempo. El que me roban tantos cuerpos desconocidos, ajenos e innecesarios. Cuerpos muertos. Llevándose esas tardes inciertas entre platos y palabras.
Conocimientos valiosos, abrazos que nunca volveré a sentir, detalles artísticos y pasionales que deseaba heredar, aunque apenas fuera un ápice de todo aquello que hoy no está. Ya no.

Qué falsas lágrimas van a salir si todavía el asombro de escuchar un nombre evidente sigue entre mis latidos. Los que te prestaría sin mirar atrás. Un nombre muerto y roto. Un nombre que no sale de ninguna boca. Un nombre que ya sólo me deja las ganas de seguir, de luchar, de tocar, de impresionar, de buscar tus aplausos. Ganas de buscar lo imposible. Pensando con deseo que estarás ahí. Que seguirás escuchando. Que tu ilusión sigue llenando mis pulmones de aire.
Un aire con el que la elegancia romperá tus sonidos. Porque lo que consiga será solo una parte de ti.

El resto, ya está. La rabia que me dejas, que me dejan. Libre ya.
De aquella a la que llaman mi familia no espero más. Por eso el fuego momentáneo no perdura. No merecen esa importancia.
A ti, que te llevas mi regalo de despedida, no tengo nada que decirte. Las palabras no salen y la mezcla de sabores no me deja entender a qué sabe todo esto.

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