Al
fin entendí. Mis palabras son las que hieren, las que hacen daño.
Una verdad, la de siempre. Pero dejada atrás. Revivir momentos de
frustración, historias que nunca debieron existir. Ya está. Es el
fin.
Ni
siquiera recordaba que se acercaba esta semana. Ni lo que vendría
después. Que se reconvertiría en nada. Pero ya está. Ya no duele.
Hace años que dejó de hacerlo. Fue mi estupidez y mi cobardía las
que no me dejaron ver que el dolor de una pérdida ya no era nada.
Solo un recuerdo vacío entre fotos recortadas.
El
mundo gira y gira. Todo avanza. La gente va y viene. Cuando se va sin
avisar, dura más de lo necesario. Un adiós. Solo eso. Fácil o no
tanto. Pero necesario.
Al
fin entendí. Mis días estúpidos acabaron. La montaña rusa ya está
controlada. Hay subidas y bajadas, pero ya sé cómo subir y cómo
bajar. Tantos errores cometidos que hoy se agrupan para enseñar. Y
lo que sobra, a la caja.
Al
fin entendí. La realidad. Sus claves. Tras una pataleta de niña
pequeña e historias imaginarias, al fin entendí. Sin gritos, sin
dramas, sin llantos, sin golpes. Solo yo. Lo que soy y lo que tengo.
Sigo
sin saber qué es y qué hay. Sigo sin saber los motivos. Pero al fin entendí que no importan
esas respuestas. Solo quiero. De verdad que quiero. Con gran
insistencia y fuerza. Quiero que esas palabras no acaben en un sobre
desgastado, guardado sin motivo en la caja del pasado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario