¿Cuánto
tengo?¿Cuánto valgo? Hay algo a mi alrededor. ¿Nada?
No
rompo a sablazos el aire, no busco la sangre de unas lágrimas.
Sangre derramada. Parada,
observando la oscuridad. Respirando por costumbre y reteniendo la
realidad. Mi realidad.
Monosílabos
egoístas y canciones desconocidas. Ruido. Mucho ruido. El único
sonido a mi alrededor. No
hay gritos inventados, ni historias que te hice creer. Mi mente vaga
en un mundo ficticio que lucha por separarse de la realidad. Mi
realidad.
Solo
hablo conmigo. De mí. De lo mío. De mis ganas de llorar, de reír,
de sentir. De mi fatiga ante tanto papel representado. La función
debe acabar. Entre entremeses los comensales volverán a sus puestos.
Pero el merecido descanso se encuentra en las palabras que nadie
leerá. Cansada de sonreír, de cargar con la problemática
simplificada por unos ojos marrones. Los negros forman parte del
pasado. Los verdes sólo la utopía del viajante.
Hoy
me rindo ante el desconocimiento. Me rindo ante un cuerpo que no
comprendo, un alma que no recuerdo.
Desde
siempre en el suelo, con ojos abiertos ofreciendo mi rodilla. Hincada
en el suelo con fingido control de una gravedad que hoy me atrapa.
Las
manos de espíritus pasados me arrastran con agonía hacia el negro
desenlace. Y no. No hay nadie. Solo gente delante, caminando sin
rumbo tras una piedra con la que tropezarse.
No
miro el costado de nadie. El mío desapareció porque quisiste
tocarme.
Solo
ruidos que se oyen, colores que se diferencian. Sentidos primarios
que me indican que no sigo muerta.
Cuántas
mentiras salieron de mi boca y
cuántos os las creísteis.
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