12/9/14

Entre individuos complejos

Nunca creí estar segura del todo o al menos eso quería creer. Quería creer en la ingenuidad, en la niñez, en el origen, en la ceguera. Quería creerlo. Ahora sé que todo es mentira. Sé que viste eso en mis ojos, porque ahora lo veo yo. No fui sincera, pero tampoco ha de serlo él. Todo queda claro. 
¿Y sabes? No seré como tú. A ciencia cierta han quedado claras las cosas, pero también deberían haberme quedado a mí hace años. Es mi última decisión, me alejo. Tantas noches y tantas verdades. No puedo seguir con esto, me niego a crear tensión y ser yo la única que está sola. Me niego. Somos pocos y todos a una. A la misma. A mí. Tanto odio acumulado durante algún que otro año. Odio que veo desde el principio y que el color rosa deja de teñir conforme pasa el tiempo. Un odio reciente, nuevo y más fundamentado que el anterior. Odio que provoca el miedo. El miedo a perder. Perderlo todo por nada, por un molino de viento envejecido y cansado de tantos problemas. 
Luego está el deseo. El deseo repugnante que dejo saciar con pequeñas gotas de agua. Deseo abrumador y peligroso. Deseo que con un simple soplo derribará aquello que ya está balanceando. Ojos que miran más allá y cuyo brillo pronto sucumbirá en un fuego devastador. Un fuego que lo quemará todo y yo no quiero estar allí cuando ocurra. No estaré. Me niego a más.
Y para terminar el caso extremo a dejar atrás. Verdad encubierta entre dolorosos levantamientos de cejas. Verdad que pronto aparecerá. Porque ya me da igual. Ya he dejado de sentir y la verdad no duele tanto cuando pasan los años. Alguno debería aplicarse el cuento.

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