14/9/14

El último

Necesito una salida. Algo que me centre. Necesito sentir dolor para darme cuenta de que el camino que he decidido es el que debo seguir. El dolor me duele, la cicatriz me abrasa y mis lágrimas luchan por salir. Por salir ante tantas equivocaciones, ante tantos trenes perdidos y tantas brasas pisadas. 
Quizá sea el miedo o quizá sea la irracionalidad. Tantas quejas. Echo de menos el silencio. A solas o acopañada, pero lo echo de menos. Echo de más esta sensación de autorepugnancia. El asco que siento hacia mi propio cuerpo y el dolor que me recuerda cuáles fueron mis errores. Errores que no quiero volver a cometer, que me niego a volver a cometer. Porque no sirven de nada, solo sirven para dejarme así. En medio de arcadas y basura. En medio de una mente contradictoria que se ha dejado llevar por esa necesidad de cariño, pero que ahora no puede más. No puede con tanto arrepentimiento ni culpa, no puede con algo que definitivamente no sirve ni para disfrutar. No puede con nada más. 
No quiero más. Solo quiero destruir todo lo anterior. Empezar desde el principio. Empezar y ser quien quiero ser. Contigo. Antes de que te vayas, antes de que me digas adiós. Necesito que alguien me centre y quiero hacerlo contigo. Quiero dejar de llorar, dejar de sentirme mal y dejar de hacer estupideces. Dejar de comportarme como una niña pequeña que solo quiere caprichos. Dejar de sufrir con tanto silencio o gritos ajenos. 

Hoy no puedo más. Las cosas me superan, las cosas se retuercen en mi mente y me dejan vacía, me dejan sin energía, solo con un sufrimiento desgarrador que me envejece el alma. Quiero ser yo. Quiero llevar las cosas a mi manera, como quiero, esperando poco a poco y disfrutando de cada segundo sin perderme. Sin arrepentirme.
Pero ahora no puedo. Soy la única culpable. La que le obliga a hacerlo. Tantos golpes escondidos. Tantas lágrimas perdidas. Mi culpa. La de ser así, la de estar aquí y la de provocar de esa manera. ¿Quién se apodera de mí? Quiero sacarlo de dentro. Quiero sacar esa parte que sucumbe ante cualquier cosa, solo por sentir. Solo por liberar todo ese dolor a través de ventanas y paredes.

Y se va. Todo se va. Las ganas, las palabras, las mentiras. Necesito romper con este día. Dejarlo atrás, recomponerme entre tantos trozos esparcidos por el suelo. Entre las sábanas, entre tantos sueños que nunca se harán realidad. Ninguno. Ni siquiera el que desea tensar más y más, hasta romper entre pataleos y recuerdos inventados. Me muero. Por dentro, sin más. Entre compasión hereditaria y segundos aquí, sintiéndome incómoda y culpable de cada silencio roto. De cada verdad hablada, de cada problema entre tantos y tantos círculos que nunca debí pisar, pero que el destino me obligó a soportar. Entre quejidos y quimeras.

Tengo miedo. De perder el único lugar en el mundo en el que he sido feliz. El único en el que he dejado pasar el tiempo sin ser consciente de que estaba envejeciendo. Porque me daba igual. Me da igual llorar y sufrir por algo que nadie entenderá nunca, ni siquiera yo. Obligada a esperar, sin comida ni agua, solo con un papel que rellenar entre frases que intentan sacar todo el dolor que se ha ido acumulando. Que intentan saciar esa necesidad de sentir ante reflejos absurdos y sin coherencia. Ante otra estupidez que llena el saco y que no me deja más opción que dejar pasar el día, esperar una nueva mañana y convencerme de que este es el final y de que a partir de ahora abriré los ojos con fuerza y diré no, cuando quiera decir no. Diré sí, cuando quiera decir sí. Mañana me levantaré y empezaré un nuevo momento, empezaré a luchar y a creer en lo que quiero. Apoyaré con firmeza mis pies sobre el suelo y me comeré el mundo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario