14/8/14

Reubicando inquilinos

No puedo evitarlo. Es algo que está dentro de mí, que entró demasiado y que dejé entrar sin pensar. Mis lágrimas caen sin motivo, sin que se entienda, sin conocer.
El segundo paso está dado, pero no por ello deja de ser doloroso. Tu mano, tu pregunta, mi indecisión frente a la respuesta y unas palabras inseguras que salen de mi boca.

No te quiero como antes, lo hago más de lo que desearía. Por eso me dejo de idioteces y utopías. Me dejo de soñar con algo que nunca tendré, me dejo de pensar en el aire que queda detrás de tus palabras.
Eres lo que debo dejar atrás, eres las palabras malinterpretadas, eres lo que me hace llorar sin saberlo. Ahora. Entre tanto dolor que me desgarra y me atrapa entre cuatro paredes que parecen alejarse poco a poco de mí. Hasta dejarme sola en la oscuridad, llorando por alguien que me quiere.

Pero me he hartado de sufrir. Me arranco la flecha sin titubear y soportando este corto e intenso dolor que me dejará una cicatriz. Lo hago para continuar, para dirigir mi vida, para dejar que esta poca luz me ciegue y no me deje ver más allá de lo que hay. Porque lo que queda es nada.

Ahora continuaré, me levantaré de este charco de sal y daré un nuevo paso. Un paso que me acercará más a ti, a tus comentarios, a mis sonrisas y a un baño celestial que deseo probar contigo. Porque ya sé lo que quiero. Y solo te quiero a ti.
Y es que para atrás van los cangrejos, no los gorriones.

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