18/8/14

Carpetas entrometidas

Me sentía estúpida. Cada vez que te veía y nadie respondía. Cada vez que pensaba en ti, en lo que pasamos, en lo que recuerdo. Ese único instante que recuerdo. Cada vez que lo hacía me sentía más estúpida que la vez anterior. Te recordaba y sonreía. Luego dejaba de sonreír pensando en que yo era la única que recordaba, la única que sentía, la única que se sigue preguntando qué es de tu vida. 
¿Cómo te van las cosas? ¿Quién te hace reír y quién llorar? La única que recordaba lo importante que fuiste para mí, porque hoy día todavía siento cosquilleos cuando canto esa canción. Imaginando que estás ahí, a mi lado, recostada en mi hombro y sintiéndote reconfortada.

Me sentía estúpida pensando que para ti yo no era nada, solo un vago recuerdo de la que fue tu infancia. Pero ahora me siento más estúpida aún. Me siento imbécil y egoísta por pensar que era yo la única que sufría por esa pérdida.

Me ha vuelto a pasar. Me he vuelto a encerrar en mi dolor creyendo ingenuamente que solo era yo la que sentía esa amistad y que solo era yo la que con una triste sonrisa recordaba las risas y los abrazos. El cariño y la aceptación que nunca te pedí y que me ofreciste intuyendo mis sentimientos. ¿Pero qué iba a saber yo con todo lo que rondaba tu hogar? Con toda la ausencia que tu hogar escucha ahora.

Nuestros caminos se cruzan y ambas miramos sin querer ver, creyendo que aún hay una leve mecha de aquiello que nunca acabó. Porque no hubo punto y final, nadie lo puso. Y ahora comprendo que mi diotez solo me ha cegado ante la evidencia de una ruptura en el aire. Una ruptura que yo quise obviar y olvidar, pero que tú sientes tanto como yo hace unos años.
¿Qué nos ha pasado? ¿Qué me ha pasado a mí? Éramos amigas y un estúpido error con culpabilidad superflua nos ha llevado a esto. A efímeras miradas y a preguntas a terceros que nunca deberían haber estado ahí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario