23/8/14

Aficiones de moda

Es solo un segundo, el siguiente latido, la reacción instintiva entre tu cuerpo y el mío. Tus palabras, las mías. 

Falta espacio para tanto. Falta cuerpo, falta tiempo, faltas tú. Faltan ganas y desesperación. Falta un momento, el idóneo. La alegría de unos papeles, de unas horas, del triunfo. El triunfo oculto, el que nadie conoce, el que valoran palabras perdidas entre suspiros de esperanza. La ausencia de algo, de alguien. De lo nuevo que está por llegar, que ha llegado y ha huído. Que espera volver. Que espera esperar. 
Momentos idóneos en lugares y tiempos desubicados. Detalles determinantes, gestos o palabras que aclaran. Aclaran los motivos, los pensamientos profundos y sinceros. Los que se sueltan en escasos arrebatos de ira. Pero que llevan la única sinceridad visible ante los ojos de unos desconocidos.
Fui valiente, fui necesaria. Fui triunfadora en una época que quedó atrás justo antes de que empezara a ser quién soy, de que me dejara llevar. Ahora me queda el papel que desempeñar, el de siempre, el de quedar atrás, el de apoyar y organizar. El de hacer feliz a los demás, el de estar detrás empujando para justo abandonar en el momento preciso, en el momento en el que el empujón final me haga dar un paso atrás y dejar a los demás avanzar. 
No me siento a destacar, pero creo que ya no quiero hacerlo. He aprendido a valorar que un pilar no es la puerta ni el tejado, pero algo necesario para que las casas vayan mejor.

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