26/1/14

¿Y qué le hacemos?

Aquí, las dos. Cada una con su drama. Somos, como diría un auténtico argentino, un par de boludas.
Recaemos en lo único que nos hace sentir bien. No puedo comprenderte, no sé dónde estás, pero sí sé en parte lo que sientes.
Cada minúsculo rayo de esperanza momentánea nos hace sonreír. Pero pasado ese momento volvemos a la realidad. No tengo ni la más remota idea de cómo acabó todo. Solo sé que alguien le puso un fin y tú sólo intentas seguir adelante. No sé ni cómo, ni cuándo quieres hacerlo. Pero, mientras tanto, el apoyo lo da la amistad.

Pero miento. Sí tengo alguna idea. La única.

La única idea que tengo es la del presente. Escuchar, cual película de enamorados. Querer y no poder. Sentir que todo vale, pero a la vez el contacto se hace más pequeño. Oír historias que estaban predestinadas a ocurrir. Historias que no hieren por el contenido, sino por el relator. Duelen porque me convierten en el típico pringado de las historias imposibles. El pringado que actúa ante unas cámaras y que nadie imagina que llegue a ser verídico. Pero lo es. Y tanto que lo es. 
No quiero convertirme en ese pringado. Porque siempre acaba mal. Siempre acaba herido y juntándose con alguien que le hace reír diariamente, simplemente por despecho. Un despecho inventado. Un despecho que conoce hasta el último ser vivo de la tierra, pero que nunca llegará a ser real. 
Puedo aguantar tu presencia, puedo aguantar la suya, puedo aguantar la de ambos. Puedo aguantar tus palabras, tu confianza, tus insinuaciones. Incluso puedo aguantar tus besos. De hecho, lo he estado haciendo durante todo este tiempo atrás.

Pero te lo suplico, por lo que más quieras, no me obligues a ser ese tema. Porque creo que eso ya es pedir demasiado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario