24/4/13

Tregua

Es un sentimiento contradictorio. Les envidio, pero a la vez doy gracias de no tener su mismo comportamiento. Más que envidia, podría llamarse frustración. 

Lo tienen todo, un amor profundo nacido de una buena amistad, pero los celos y el triunfo del miedo han hecho que estén en esta situación.
Han rechazado dar un paso más en su relación y eso ha hecho que el amor que sienten se vea frustrado y quiera más de lo que puede pedir. Porque ahora están con otras personas y no tienen derecho a desearse. 

Creían que el derecho a desearse estaba condenado desde un principio, pero no se dieron cuenta de que la condena podría liberarse con un simple gesto de ignorancia hacia quién rechazara su amor.

Nadie tiene derecho a decirles con quién estar o no. Y aunque quieran evitarlo, no pueden negarme que la elección ya hecha, fue causa de la presión social y del miedo a una vida criticada. Pero una vida en el amor.

Pese a ello, no quiero mostrarles de nuevo el gran error que tendrá consecuencias poco esperadas y un fin catastrófico.
Solo por el hecho de tener una cultura u otra.
Simplemente, mírense a los ojos. Mírense al espejo y vuelvan a mirarse a los ojos. ¿Qué les ha pasado?  Si la elección fue segura, ¿por qué ahora no son capaces de dirigirse la palabra? ¿Por qué ahora buscan cualquier detalle para herirse mutuamente?

Mírense y díganme, ¿dónde está esa amistad envidiada por vecinos, trabajadores y familiares? No voy a obligarles a seguir el deseo de caminar toda una vida con el amor esperado, pero al menos no pierdan ese vínculo surgido del primer tropiezo hacia un futuro en compañía.

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