19/8/14

En la playa

Música celestial. Va y viene, lentamente. Respiro. El aroma me endulza los pulmones. Bromas familiares. Una familia feliz, sonriente, que interrumpe con su imperfección la perfección de las olas. La irregularidad divina que constantemente acaricia la arena, masajeándola, esculpiéndola para que el sol medio escondido la endurezca en infinidad de formas.
La musicalidad de las olas entra por mis oídos y me devuelve a la pureza de aquel río. Entre montañas y árboles la barca avanza, sin apenas ruido. La barca avanza sola entre ruinas antiguas y bellezas romanas. El mundo se intuye a través de las montañas que poco a poco van alejándose de mí. Los problemas y las decisiones quedan allí. Aquí, el agua apacible solo lleva armonía, silencios interrumpidos por la espuma que intenta avanzar sin descanso.

Lo intenta. Fracasa. Lo vuelve a intentar. Vuelve a fracasar. Pero no se rinde, nunca lo hará. Luchará hasta el final, hasta que no quede nada. Aunque la realidad le ponga obstáculos imposibles, ella seguirá luchando a sabiendas de que nunca llegará hasta aquí, pero orgullosa de haber dado todo lo que tenía. De forma lenta y constante, gastando energías, pero sin rendirse jamás.
Como la roca gris que el mar insiste en derribar. Ella persiste y no deja que la muevan. Solo se desgasta poco a poco hasta llegar al final, pero sin dejarse caer por las adversidadesde este mar desconocido.

Este mar de rincones insospechados que ni si quiera su creador llegará a conocer. Este mar del que podemos alimentarnos. Este mar que no se deja domar por la condición humana y que ha llevado a tantos a la demencia y a la tristeza de una realidad incomprensible y llena de barrancos y tiburones.
Este mar del que solo hay que disfrutar. Hay que oler y escuchar, sentir y navegar. Pero comprender su incomprensión y dejarse llevar por las mareas que se presentan equivale al hundimiento. Solo los fuertes oleajes deben desequilibrar el barco. Dirigir nuestro barco y disfrutar del paisaje en vez de obsesionarnos con conocer todos los rincones del horizonte.

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