15/11/13

Confesión

Palabras vacías. Canción de otoño, triste y fría. Rota por dentro. Muerta, vacía y sin miedo.
Desistiendo. Fundiéndome con el aire. Deseando volar y escapar junto a él. Sin fin, sin motivo, esperando el funeral abandonado.
No puedo dar más, y si con eso no me basta para qué el esfuerzo. Para qué soñar con algo inexistente. Palabras que deberían quedar escondidas entre tus labios. Ingenuas esperanzas que me dejan de pie, al final de la cola. Quieta, viendo cómo avanzan y viendo cómo desearía caer por el precipicio que tengo a mis espaldas.

Sin apetito, sin sed, sin ganas de nada. Sin canciones que cantar. Sin amigos a los que ver. Sin personas a las que odiar. Un mundo idílico al que nunca llegaré. Historias inventadas, películas en mi cabeza, frases con sentido imaginario. Habitaciones incorpóreas. Soledad inalcanzable.
El infierno ha llegado. No podré echarlo de menos. Aunque esté a millones de kilómetros de aquí. Incomodidad diaria. Último mono de la fila. Ni siquiera llego a eso. La última, la que desea caer y desaparecer dejando ese hueco cuyo vacío llenará más que yo. 

Los segundos se reducen a la incomodidad, al desprecio, a la escasez de valoración. Los minutos de ausencia de sentimientos se rellenan con horas de estudio. Horas frente a papeles escritos que me hacen olvidar cómo y con quién vivo. Papeles que me hacen pensar en cosas inútiles, pero que me hacen dejar de pensar en la suerte. En la mala suerte.

Aprecio lo que tengo, pero no lo quiero. No de esta manera. Lo cambiaría a la mínima oferta. En parte por regalar una vida desaprovechada y en parte por dejar de lado mis acontecimientos.
Estudiar nueve horas al día, apretar los dientes cada vez que hay alguien en casa, entrenar con esfuerzo para calentar banquillos, tener amigos a los que no veo, perder amigos por no poder verlos, fijarme en quien no debo, elegir el camino más complicado y mentir para que el mundo no se ofenda.

No preguntes, no hables, solo actúa y si quieres susurra. Hadme compañía y arriésgate si quieres, yo no te juzgaré y quizás te salgan bien las cosas. Pero una cosa está clara. Yo ya no me moveré, no tengo intención de hacerlo, nada me empuja a ello. Así que no iré a por nadie, porque nadie se lo merece. Ya no.

No hay comentarios:

Publicar un comentario