Mis valores por delante. No voy a seguir al que me engaña
por tener ojos bonitos. Ojos cautivadores. Esos ojos oscuros y negros. Ojos
profundos y grandes. Ojos que miraría durante horas y que me harían olvidar la
hora de comer y de dormir.
Ojos sentenciales que me recuerdan de dónde vengo. Fuera
contacto físico, fuera palabras tremendistas, fuera osos de peluche. Solo ojos.
Restricción a ojos es lo que necesito. Con ello sé qué piensan, sé que traman e
ignoro qué quieren.
Por esos ojos no me guiaré a dónde quieran llevarme. Esos
ojos temporalmente dañinos y prósperamente olvidados. Esos ojos no me guiarán.
Da igual lo que oculten. Si es bueno o malo, no me guiarán.
El dueño de esos ojos se equivoca. No sabe que va a
tropezar. No ve el montón de piedras que tiene justo delante. Aunque bien que
se entretiene en colocar más piedras. Si sigue por ahí, perderá. Y no se
percata de que voy por libre y de que no me pararé a auxiliarlo.
No se da cuenta de que está solo, como todos, delante de una
puerta sin cerrojo.
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