16/3/13

Rutinas

Esta rabia que desgarra mi pecho y me hace odiar cada gesto de sus cuerpos. Los dientes apretados, la mandíbula totalmente tensa y unos ojos que matarían si tuvieran ocasión de librarse de la condena posterior. Odiando cada palabra que sale de sus lujuriosas y egoístas bocas. Cada minuto que destrozan mis planes y me hacen perder tiempo de mi vida para en vez de disfrutarla, pasarla odiándolos.

Los odio por odiarme. Me hicieron rechazar cualquier anormalidad y cuando descubrí que yo estaba llena de ellas, me odié más que una niña violada a su agresor. 

Otras paredes, otro lugar. O simplemente la ausencia de su compañía. Cuando dicen de irse no se van y mis ilusiones de no tener que escuchar sus falsas voces y sus repugnantes sonidos, se van al subsuelo. Cerca del infierno que tengo que soportar mientras el odio me come por dentro y me aporta deseos de matar cuando debería estar agradecida, pero no se de qué. Nunca pedí nada, pero ellos me lo dieron todo y ahora lo lógico es estar agradecido. Pero YO NO LO PEDÍ.

Los odio por ser la única rama a la que agarrarme desde el principio. Y ahora por no haberse resquebrajado debo serles fiel. Pero mientras tanto es mi alma la que se resquebraja, la que se hunde en el oscuro odio que solo se expulsa con gritos mudos y con autolesiones, con el fin de no llamar la atención. Porque para colmo se preocupan. Y tienen que saberlo todo. 
Me tienen engañada durante todo el tiempo que los tengo en frente, soy la engañada, pero tengo que contarlo todo porque son ellos. Esa es la única, absurda y estúpida razón: son ellos.

Para mí un "son ellos" no es tan simple. Son personas como otras cualquieras y yo soy la que decido, la que elijo qué hacer. Antes no decidía porque ni siquiera sabía caminar. Para eso estaban ellos, para enseñarme a caminar, pero en este instante en el mundo hay miles de madres enseñando a caminar a sus innecesarios bebés. Al resto le importa, pero a mí no. Me da exactamente igual quién narices me haya enseñado a caminar. Ahora sé caminar y por ello sé elegir lo que quiero. Y puede que no sepa lo que quiero, puede que esté confundida, pero sé exactamente lo que no quiero. Y no quiero idiotas que se preocupen por mi estado sin darse cuenta de que ellos son la razón de mi escondite. Ellos son la razón de mis ganas de matar. Pero claro, ellos se preocupan por mí.

Tengo mi vida y quiero vivirla. Soy yo la que asumo el riesgo y prefiero mil veces más vivir una semana de vida tal y como yo quiero vivirla, para disfrutar en intentar ser feliz; a 83 años de vida secuestrada y amordazada por aquellos que dicen preocuparse por mí.

Prefiero elegir y morir, ha que elijan por mí y vivir. Porque si elijo algo, será porque me hace vivir y no porque me hace sobrevivir. Ellos me han enseñado a caminar y por ello ya puedo elegir. Si creen que elijo mal será porque no han tenido la capacidad suficiente para enseñarme a caminar. Por eso mis ojos reflejan un sentimiento tan intenso. Por eso mi cabeza desearía arrastrarlos fuera y dejarlos a un lado para siempre. Porque quieren que elija lo que ellos creían que iba a elegir. Pero se equivocaron desde el principio.

Debería desaparecer de este mundo. Dejarlo todo atrás y olvidarme de cada persona que forma parte de él. De hecho desearía hacerlo. Desearía no haber conocido a ninguna de las personas que creen que les soy necesaria. Para poder dejarlas sin más. Para poder dejarlo todo sin nadie que busque respuestas de mi ausencia. Desearía ser indiferente al mundo y correr en vez de caminar. Debería hacerlo todo. Debería crear mi propio mundo lejos de aquí. Pero en la situación actual, la única solución seria el suicidio y no voy a darles el gusto de mostrarme tan cobarde como ellos creen que soy.

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