23/12/15

Me haces volar

Que dónde estoy. En nuestra nube, cielo. Aquella en la que tanta simpleza me deja llevar. Te miro y pienso, ¿qué más da? Sintiendo el palpitar de nuestros cuerpos. Juntos, movidos al unísono como un sólo ser.

Y sonrío, a solas sonrío. Rodeada de gente río, pensando en mi suerte, en mis ganas. El momento y el lugar. Llevados de la mano con delicadeza hasta hacerme saltar. Como una niña pequeña gesticulando con alegría. Soñando sin soñar, creyendo en la realidad.

Nuestros cuerpos amor, una sóla mente conducida por tantas notas, por tantos golpes. Ese compás del dejarse llevar. Intercambiando papeles. Perdiéndome en tus recuerdos. Aquellos acallados por tanto silencio, guardados bajo llave.

Porque cada día me acuesto pensando en un nuevo mañana. En el reencuentro semanal con la belleza de la vida. La grandeza del presente. El tuyo, el mío, el nuestro.

Estas ansiadas ganas de volver a sostenerte. Dulce armonía que me empapa. Y es que más no puedo sonreír, porque no me quedan centímetros que llenar con tanto gozo, aunque el ventanal se abra a cada nuevo paso. 
Porque nuestro presente seguirá siendo el mañana.

19/12/15

Tardes de sueños

Hay días en los que una necesita un vale, un no te preocupes. Días que una simple sonrisa de tranquila, mañana volvemos a la vida, es lo único que se necesita.

La paciencia que nadie tiene. La que egoístamente guardé junto con el dolor y el silencio. No espero nada, porque ya no queda nada. Pero pensar que en algún momento, alguien me dejará dormir hasta mañana, me llena de esperanza y gozo.

Creer que ese momento llegará. Aquel que cuando la realidad me golpee de nuevo, habrá alguien, algo. Un abrazo, una sonrisa, unos silencios que me dejen dormir. Dejando los problemas a un lado.
Una realidad pausada que se vuelva a renaudar con las luces del alba.

8/12/15

Hacía frío y tenía calor

Miedos. Duda intensa. Intensa y pasajera. Tu cuerpo y el mío, de nuevo.
Dejándome guiar, dejándome ser en cada paso. Ayuda innecesaria tras sentir tu cuerpo sobre el mío. Ayuda que nunca rechacé. Con tal de tocarte, de sentirte, de creerme real.
Engaños que entre risas aceptaba con un silencio lleno de pecado. Perdiendo la cabeza y esperando a que te decidieras. Sin forzar, desde la delicadeza ansiando ese veneno. Porducto del néctar de mis pasos.

A regañadientes excusándote en no querer ofender. Dulce ironía que me besó. Entre labios suaves y susurros escondidos. Y el baile conmenzó. El que me devolvió a la vida, a la realidad. El que me devolvió a mi amor. El que me recordó hace tantos meses que podía sentir sin palabrerías llenas de parafernalias.

Mi corazón empezó a palpitar. Música. La única, la de siempre. Un debate a cuatro que repetiría con cada nuevo centro. Daba igual el quién o el cómo, todo se reducía a sentir. A acoger la melodía que se impregnaba en cada esquina de nuestros cuerpos. Y entre unos y otros, nuestros abrazos vagos.

No lo creía. Quién podría si ni siquiera hoy la memoria nos deja ver. Y eso que nuestro final parecía llegar. Respondiendo con desinterés ante un objetivo aparente. Aparente, como todo aquello. Y dijo sí. Dijiste sí. Dijimos sí. 
Morfeo se acercaba y en mis sueños nunca lo pensé así.

Me acerqué, lentamente te acaricié. Te dejabas hacer, sin responder, sólo negabas ante mis preguntas. Y yo no pensé. Sólo seguía sin saber por dónde.
Mis besos, mis caricias, mis estrenos. La cúspide de tus momentos, justo en el momento exacto. Antes de revolver tanto maíz. Antes de tocar el compás perfecto, el que llega siempre justo antes del final.

Y es que creí ser yo la que guiaba, la que tocaba siguiendo unas pautas que nunca antes había seguido en público, que nunca antes había puesto en marcha ante jueces tan estrictos. Pero no fue así. Al principio nos puse en marcha, pero luego, tras la primera actuación, supe que era yo la que me dejaba guiar por ti. Perdiendo la cabeza y sin intento de encontrar.

Entraste en mis sentidos, en mi cuerpo, en mi alma. Me transportaste cual marioneta ingenua creyéndose libre de ataduras. Y dios, cómo te sentí.
Decidiste crear tu magia, llena de juegos e incienso. Y el bajo me obligó a temblar. Su sorpresa me dejó sin respiración y mis ojos supieron que era real. Porque nunca antes tan pocas palabras hicieron tantas sensaciones innatas.

Toda la noche. Y así desperté. Recordando esa broma que sólo yo recordaré. Sintiendo aquello que nunca revelaré. Creyendo que el sueño sigue siendo real porque toda esa magia, hoy día, sigue haciéndome palpitar.

5/12/15

Marca de salida

Me preguntaste por qué estaba tan feliz. Y yo no supe que responderte. No había motivo aparente para tanto gozo concentrado. Una semana más con exámenes de por medio. Horas y horas estudiando. Quizá la espera de una noche con expectativas que no terminó muy mal que digamos.
Pero aún así, simplemente era feliz. No supe qué decirte. Hasta ahora.

Mi felicidad no era producto de sensaciones o sentimientos nuevos. Ya los había encontrado hace tiempo. Mi vida seguía por un camino que yo había elegido, pero continuaba creciendo. Construyendo a cada paso y eso, o al menos pensé al principio, era lo que me había convertido en una persona tan maravillada con la vida. Tan encantada de una nueva mañana con ojos abiertos.

Sin embargo, al llegar el último momento, del último día de la semana, entendí. Entendí que había sido tan feliz, que había encontrado la paz interna y la gratitud con resguardos inacabados, por un claro y simple motivo. Durante toda la semana, sólo había pasado por mi casa para dormir. Mi hogar apenas me había tenido 8 horas despierta durante toda la semana. Hasta que llegó el domingo.

Tras una noche cúspide de toda la semana, algo ocurrió.

Una voz gritando me despertó. Apenas me dejó descansar en el día del descanso. Antes de entrar si quiera a la habitación ya estaba huyendo de nuevas palabras, las únicas. ¿Y qué ocurrió? Te preguntarás. Pues lo de siempre.

Gritos y reproches ante la mínima equivocación. Sin dejar si quiera tiempo para pensar, para reaccionar, para explicar. De nada basta. Un error y ahí está la diana. A la que apuntar lanzando dardos y cuchillos con el único fin de poner en evidencia lo mal que se hacen las cosas.

Yo sin saber todavía dónde me encontraba y sólo recibiendo bofetadas de cariño. Porque el bien que prevalece sobre lo demás no es sino la monotonía evidente de lo que tiene que hacerse. De como tienen que ser las cosas. Pero un mínimo desequilibrio en lo más tenue y los campeonatos del bar vuelven a recuperarse.

Mi solución, la vía de escape que tantos otros llevaron al extremo. Un vicio inexplicable que me hace recaer cada vez que te veo, cada vez que me ves. De nuevo al principio. De nuevo al inicio. Tantas horas y días tirados por la ventana, suicidándose y sin dejarse ver.

Habrá que mandarlo todo a la mierda y empezar de nuevo.