3/2/15

Respeto antes que expresión

Muchas veces no sé lo que siento o dejo de sentir. A menudo las palabras salen sin más. Sin motivo, sin dirección. Sin pensar en nada, en nadie. Luego cobran sentido o no. Cobran sentido en mi cabeza y no significan nada. Significan todo y no me dicen nada.
 
Esto solo formaba parte de mi terapia. De mi vía de escape para evitar nuevas cicatrices ocultas.
Ayer volví a escribir, pero las heridas volvieron. Y no quiero eso. Nunca sonaron las palabras tan fuertes en mi cabeza. Tan míseras y dolorosas. Tan a la defensiva. Tan en la cúspide de la destrucción.

He aquí mi rectificación ante tantos años de palabras infortuitas y sensaciones que no quise revivir. Solo eran mi camino. Mi salida. Mi único mundo. Pero ahora entiendo que el mundo está ahí fuera.
Pido perdón por mis ofensas, por mis idas de olla y por mis caídas tan estridentes. Pido perdón por arrastrar inconscientemente lo poco que tenía hacia un sufrimiento inventado. Pido perdón por haber tenido los ojos cerrados.

Cerrados ante una vida llena de ilusiones. Una vida llena de alegría y de personas. Personas a las que quiero y con las que quiero compartir mi tiempo. Porque para eso es mío. Personas con las que puedo reír y llorar sin sentirme avergonzada. Personas a las que quiero abrazar día sí y día también. Quizá algunos rostros cambien con el tiempo, pero no pienso desaprovechar lo que ahora tengo.
No pienso desaprovechar las risas, los momentos, todo lo que tenemos.

El miedo es algo que ya está dejado atrás. Prefiero exponerme y sentir ante un mundo lleno de adversidades. Prefiero saltar sin paracaídas. Nadar hacia un horizonte lleno de incertidumbres.
Hoy se acabó la puerta cerrada. Se derrumbó el muro de contención. Hoy, y pese a que pueda ser tarde, voy a empezar a vivir. A moverme por lo que quiero. A ponerme metas y a conseguirlas. A compartir mis momentos entre caricias y afectos. A dejar la autocompasión en casa y salir por la puerta con ojos abiertos al mundo que no espera. A dejar la paciencia para los que siempre esperan.

No pondré la otra mejilla, pero tampoco devolveré el golpe. Simplemente me limitaré a ser feliz.

Re mi re

Por más que lo intento,
no sé qué me pasa.
Mi cuerpo está parado,
mi mente lo acompaña.
Pasan las horas, pasan los días,
las hojas secas se caen,
le vendí al diablo mi alma.

Hoy me quedo en casa.
Ojalá supiera dónde está.