Muchas
veces no sé lo que siento o dejo de sentir. A menudo las palabras
salen sin más. Sin motivo, sin dirección. Sin pensar en nada, en
nadie. Luego cobran sentido o no. Cobran sentido en mi cabeza y no
significan nada. Significan todo y no me dicen nada.
Esto
solo formaba parte de mi terapia. De mi vía de escape para evitar
nuevas cicatrices ocultas.
Ayer
volví a escribir, pero las heridas volvieron. Y no quiero eso. Nunca
sonaron las palabras tan fuertes en mi cabeza. Tan míseras y
dolorosas. Tan a la defensiva. Tan en la cúspide de la destrucción.
He
aquí mi rectificación ante tantos años de palabras infortuitas y
sensaciones que no quise revivir. Solo
eran mi camino. Mi salida. Mi único mundo. Pero ahora entiendo que
el mundo está ahí fuera.
Pido
perdón por mis ofensas, por mis idas de olla y por mis caídas tan
estridentes. Pido perdón por arrastrar inconscientemente lo poco que
tenía hacia un sufrimiento inventado. Pido perdón por haber tenido
los ojos cerrados.
Cerrados
ante una vida llena de ilusiones. Una vida llena de alegría y de
personas. Personas a las que quiero y con las que quiero compartir mi
tiempo. Porque para eso es mío. Personas
con las que puedo reír y llorar sin sentirme avergonzada. Personas a
las que quiero abrazar día sí y día también. Quizá
algunos rostros cambien con el tiempo, pero no pienso desaprovechar
lo que ahora tengo.
No
pienso desaprovechar las risas, los momentos, todo lo que tenemos.
El
miedo es algo que ya está dejado atrás. Prefiero exponerme y sentir
ante un mundo lleno de adversidades. Prefiero saltar sin paracaídas.
Nadar hacia un horizonte lleno de incertidumbres.
Hoy
se acabó la puerta cerrada. Se derrumbó el muro de contención.
Hoy, y pese a que pueda ser tarde, voy a empezar a vivir. A moverme
por lo que quiero. A ponerme metas y a conseguirlas. A compartir mis
momentos entre caricias y afectos. A dejar la autocompasión en casa
y salir por la puerta con ojos abiertos al mundo que no espera. A dejar la paciencia para los que siempre esperan.
No
pondré la otra mejilla, pero tampoco devolveré el golpe.
Simplemente me limitaré a ser feliz.