30/1/15

Puntos suspensivos

¿Por qué cuando el sol se cierra nadie se levanta? ¿Por qué?
¿Por qué insisto en buscarte después de años perdidos?
¿Por qué nadie entiende, ni siquiera yo misma, lo que escribo?
No puedo creer en esta recaída. No puedo.
No puede ser cierto. Mis ojos deben estar mintiéndome y el color rojo solo daltonismo pasajero.
No lo creo. No quiero creerlo.
No recuerdo el motivo de mi última vez, ni la relación con este. Heridas que nunca podré explicar.
No sé por qué empecé a escribir. No sé por qué no acabo.

26/1/15

Esta maldad

¿Cuánto tengo?¿Cuánto valgo? Hay algo a mi alrededor. ¿Nada?
No rompo a sablazos el aire, no busco la sangre de unas lágrimas. Sangre derramada. Parada, observando la oscuridad. Respirando por costumbre y reteniendo la realidad. Mi realidad.
Monosílabos egoístas y canciones desconocidas. Ruido. Mucho ruido. El único sonido a mi alrededor. No hay gritos inventados, ni historias que te hice creer. Mi mente vaga en un mundo ficticio que lucha por separarse de la realidad. Mi realidad.

Solo hablo conmigo. De mí. De lo mío. De mis ganas de llorar, de reír, de sentir. De mi fatiga ante tanto papel representado. La función debe acabar. Entre entremeses los comensales volverán a sus puestos. Pero el merecido descanso se encuentra en las palabras que nadie leerá. Cansada de sonreír, de cargar con la problemática simplificada por unos ojos marrones. Los negros forman parte del pasado. Los verdes sólo la utopía del viajante.
Hoy me rindo ante el desconocimiento. Me rindo ante un cuerpo que no comprendo, un alma que no recuerdo.

Desde siempre en el suelo, con ojos abiertos ofreciendo mi rodilla. Hincada en el suelo con fingido control de una gravedad que hoy me atrapa.
Las manos de espíritus pasados me arrastran con agonía hacia el negro desenlace. Y no. No hay nadie. Solo gente delante, caminando sin rumbo tras una piedra con la que tropezarse.
No miro el costado de nadie. El mío desapareció porque quisiste tocarme.
Solo ruidos que se oyen, colores que se diferencian. Sentidos primarios que me indican que no sigo muerta.

Cuántas mentiras salieron de mi boca y cuántos os las creísteis.

25/1/15

Cerrado

Es extraño. No entiendo la nada. Me acompaña siempre. Pero hoy no la entiendo. Me dediqué a preguntar en busca de respuestas. Las obtuve. Las respuestas más inesperadas.
Una tregua y mucha cobardía. Como a todos, me cuesta poner las cosas en su sitio, pero siempre termino obligándome a levantar todas las cartas. Terminar con las alas de tantas palabras voladoras. Y hablar. De forma directa, mirando a los ojos y con mi vergüenza dejada atrás.
Pero hoy no entiendo. Me sorprendió. Me sorprendió la indiferencia ante tantas respuestas rebuscadas e incoherentes.

Me sorprendió cómo dejé de esperar al minuto de saber que no responderías. Dejé de hacerlo sin sentir nada. Absolutamente nada.
Me sorprendió cómo de tanto decirme a mí misma que no sintiera, me lo creí.
Me sorprendió cómo en ocasiones tan diferentes, tan inconexas, tan llenas de sufrimiento, yo simplemente dejé de sentir.
Para evitar lo inevitable me dije a mí misma que lo mejor era dejar de sentir. ¿Qué absurdo verdad? ¿Cómo evitar lo inevitable?

Me repetí más de cien veces a mitad de camino que al llegar al final nada pasaría porque la realidad estaba asumida y dejé en otros caminos las armas que solo yo podía utilizar para herirme.
Y ahora estoy aquí, incrédula. En el final y sin armas que poder utilizar.
Sonriendo ante tanto sufrimiento inexistente, pero realmente confusa de haber conseguido lo que quería. Una utopía que puedo tocar pese a que ni siquiera los utópicos la crean real.

24/1/15

Hay

Y si repito asignatura, otro año de almuerzos compartidos.
Y si me gritan, más claro me queda que este no es mi lugar.
Y si envejezco, la chimenea más cerca estará.
Y si me equivoco, algo nuevo he aprendido.
Y si engordo, es que la comida no me falta.
Y si me estreso, el trabajo del gimnasio se multiplicará.
Y si me engañan, nunca habrá sido el pequeño Nicolás.
Y si me caigo, hago la croqueta.
Y si me desprecian, menos felicitaciones por navidad.
Y si lloro, tengo un trocito de mar.
Y si pierdo, es que aún queda una partida por ganar.
Y si me veo fea, nunca estaré peor que en la comunión.
Y si algo falta, ya no me preocuparé porque me lo puedan quitar.
Y si no hay tiempo, es que utilizo en vivir todo el que tengo.

Después de la tormenta

Ahora solo quiero saber que estás bien, que tienes ganas de sonreír, de ser feliz. Ganas de meter todos esos gritos en una caja de la que puedes deshacerte, como la mía.
Si quieres te la presto, no tiene fondo y caben gritos de todo tipo. De rabia, de dolor, sinceros, absurdos. Todos entran. Llevo años y años llenándola. El vacío de su fondo se los lleva a un pasado inmemorable, un pasado que no recuerdo.

Sé que lo hubo porque no lo logro ver el fondo. Cada vez que meto algo nuevo de lo que deshacerme, la oscuridad del fondo se vuelve más tenue. Más insignificante. Si quieres te la presto o intento enseñarte a hacer una. No recuerdo cómo la hice, pero supongo que se empezará por cuatro cartones. Lo que sí sé es el por qué la hice.

Entendí que necesitaba algo donde tirar todos esos gritos, porque nunca acabarían. Siempre surgiría uno nuevo, por cualquier motivo razonable o infantil, pero siempre habría uno. Podían ser gritos ajenos o gritos propios, pero siempre habría algo que tirar, que destruir, que olvidar.
Todo llega y todo pasa. Todo acaba. Las cosas salen bien cuando entiendes que todo lo que salió mal era inevitable. Pero la cabeza alta es lo que los demás no te podrán quitar.

Que te veas guapa al mirarte al espejo, que sonrías aunque las cosas no salieran como esperabas, que disfrutes y cantes bajo una tormenta desgarradora. Que recuerdes tantos y tantos momentos que te hicieron feliz, las personas que te hicieron feliz. Recuerdos que nadie nunca podrá robarte aunque el presente sea diferente. Un presente que añadirá nuevos recuerdos a tu lista de sonrisas.

Nadie es importante salvo uno mismo, por eso las personas o momentos que se recuerdan son las que nos hicieron sentir bien. No recordamos quiénes o cómo fueron. Recordamos esa sensación que tuvimos, una sensación única que no se volverá a repetir, como las que quedan por vivir.
Así que amiga mía, tira para adelante, que yo sé que puedes. Solo tienes que creértelo tú misma.

A regañadientes

Estoy harta de caminar a ciegas. Buscando a tientas algo que no sea aire. Humo morado y electrizado. Mi mente ha muerto.
No pienso jugar a un juego que yo sola me he inventado. No pienso vivir historias que desaparecen justo antes de llegar al "érase una vez".
Tantos sentimientos encontrados, tanto desconcierto.

Necesito hablarte. Necesito esos ojos claros que me devuelven a la realidad. Ya son meses sin hablar, sin respirar, sin que pases un minuto a mi lado con esa irremediable irritación desaparecida.
Necesito ayuda. Tu ayuda. Quiero comprenderme. No sé lo que siento. Tanto, que creo que no siento nada. Y me da miedo.
Me da miedo cómo este sentimiento vacío y carente de sentido se está llevando mis horas, mi tiempo. Se está llevando lo que nunca podré recuperar.
Se está llevando lo que ahora dejo atrás. Minutos y minutos en los que mi cabeza queda vacía. Mi mente no abre las puertas. No deja entrar. No deja salir.

Quiero entender qué es esto. No sé si es bueno o malo, no lo siento. Solo sé que tú tienes la llave y quizá eso me ayude a comprender.
Te necesitaba tanto...

Sin poderes

Hasta aquí. Sin rencores ni venganzas. Sin odio. Solo con la verdad. Mi verdad. No quiero sorpresas, no quiero bocas incrédulas que cerrar. Mi egoísmo es lo único que me queda, desde ahora, lo único. Yo soy la única. El resto, la nada. Sin reconocimientos, sin medallas. Únicas herramientas, intercambio de favores. Vías para llegar a lo que quiero.

Estoy harta de que me juzguen cuando lo que se espera de mí es completamente diferente a lo que decido. Completamente diferente a lo que quiero. Y ya.
Juzgada por ser lo que soy. Por ser algo que ni siquiera yo misma comprendo. Por algo que ha improntado el odio en mi corazón. El odio sin rencores, pero el odio al fin y al cabo.
Avasallada con gritos de odio puro, golpes que dejaron de dejar marca hace tiempo. Por miradas de decepción y dolor. Como si yo hubiera elegido esto. Como si fuera la culpable, la que ha manchado la perfección maquillada.

Y no lo entiendes. Por más que te esfuerces. No eres la que ha vivido su infancia intentando ser otra persona, cambiando cosas. Intentando seguir la regla, seguir lo correcto. No eres la que se siente fuera de lugar cuando estás dentro. Cuando estás en tu hogar. Cuatro paredes que solo ayudan cuando llueve fuera, pero que multiplican las gotas que caen dentro.
Año tras año buscando algo. Alguien. Nadie a quien acudir, nadie con quien compartir. Nadie. Nada de nada.

Incosnciente, sin saber, sin entender. Tantos años a las puertas de algo escondido. Unas puertas que apenas he logrado rozar a tientas y que lo único que me han dado ha sido un golpe fortuito en la cabeza para recordarme que solo estoy yo. No hay nada tras la puerta, no hay puerta. Solo dolor cada vez que me atrevo a atravesarla. Me volví a confiar y el chichón sigue molestando de forma inesperada. Un chichón que guardaré en el cajón, junto a las confusiones y futuros encuentros que evitaré vivir.

Sin un lugar que recordar ni buscar. Con nadie, con nada. Apegada a un mundo en equilibrio, en medio, donde no hay nada. Con un pie en cada lado de la línea. Mi esencia en medio, sin elección posible. Solo escuchando y observando manías tan dispares, opiniones tan extremas. Gente cegada por su lugar, sin apenas conocer la tierra a la que se enfrenta. Y yo en medio. Recibiendo balazos de ambas partes, pero de pie. Derramando mi sangre hasta que la tierra ceda ante mis mitades. Ante mi desolación por intentar encontrar mi equilibrio.

Pero esto acabó. Mis gritos de paz se han ahogado con la frustración. La que he decidido asesinar con la indiferencia. La indiferencia ante ambas orillas. El resto no importa. Al fin he comprendido lo que importa y lo que no. Solo me ha hecho falta un segundo y despegarme de la conciencia absurda que se empeñaba en creer en ciertas personas.

23/1/15

Heridas ocultas

Me apartaste. Después de tanta paciencia. Después de tantos días aguantando. Hora tras hora, como si no pasara nada. Como si la ira que se iba acumulando en mi interior no fuera nunca a estallar. Ese fuego que me quemaba por dentro, a solas. Mirando cómo dejaba de ser ese algo que creí haber sido. Nuevas caras, nuevos mundos, nuevas posesiones.

Pese a todo, me aguanté. Me mordí el labio y me acerqué. Acerqué mi brazo, mi oído, mi hombro. Me miraste sin apenas mirarme, fuiste hacia un abrazo que se encontraba tras de mí. Que llegaba tarde, pero que obviamente estaba muy por encima mía. Porque siempre he sido la pequeña.
Demasiado tiempo llevaba con ojos vacíos y no pude más. Me superó y toda la rabia que viste en mis ojos solo era una cuarta parte de la guerra que yo misma luchaba por dentro. Las lágrimas que vinieron después me dejaron de importar. Dejaron de importar.

A saber el motivo. Nunca me lo contaste y dudo que ese débil impulso de retener mi brazo junto al tuyo tuviera algo que ver con todo el mar salvaje que decidiste enseñar a otra.
Todo el mar calmado que tiempo atrás creí sentir de forma ajena.

21/1/15

No contesta

No lo entiendo. No puedo. No quiero. No sé nada. No sé qué me pasa. Dejadez absoluta. Este cuerpo. Este alma. No sé qué me pasa.
No creo en nada. No tengo ganas. El calor de una estufa y el resto se marcha.
Estoy perdida. Lo siento. No tengo nada. No siento nada. Me he vuelto una extraña.
No quiero más. Las rimas se me olvidaron. Quiero recordar el vacío, no la nada. ¿Qué estoy haciendo?¿Qué es lo que me atrapa?

Hoy no. Hoy ya no. No quiero a nadie aquí. Aunque nunca hubiera habido nada. Creo que es destrucción. Estoy construyendo la destrucción dentro de mis entrañas. El idioma de las palabras.
Harta de ceder. De impedir conflictos estúpidos dando mi brazo a torcer. Una y otra vez. Hasta que como una fregona, mi brazo torcido se quedó sin poder darme placer. Se quedó sin dedos con los que tocar, sin yemas con las que acariciar. Mi codo, totalmente llano, sin quemaduras, sin escayolas. Sin vida.

Como ahora. Sin nada. Ahogada y con dolor de pecho, con ganas de estallar y salir disparada hasta caer en lo más hondo. En lo más profundo. En el pozo sin fondo, el que nunca llega al final. El que me deja caer y volar sin sentir más que el aire y las llamas de mi alma encontrada.
Un trozo de campo en el que plantar mis raíces, a las afueras, alejada del mundo. Sin herir a nadie.

20/1/15

Sea lo que sea

El sol me golpeaba con cierta fuerza. Era cálido y reconfortante. Mis pantalones cortos no impedían que se dibujara una línea de puntos sobre mi pierna. Una línea curva y sin sentido, llena de relieves desaparecidos.
Sentada sobre un suelo que solo queda en mis fotografías. Un suelo en el que no me volveré a sentar. Creo recordar que era una niña, la niña perdida que ha ido desapareciendo con los años. No recuerdo nada más, solo detalles insignificantes y gente alrededor. Dos, tres, ¿cuántas? No sé.
Empezaba a pelearme con el mundo, con todo lo que me rodeaba, con las condenas que creí tener a pesar de no recordar un delito que mereciese ese castigo.
Mi única casa, trece niñas a las que cuidar, un capitán al que apoyar y muchas más cosas que pensaba ciertas.

Y ese día. Ese día que hasta hoy no recordaba. Que no pasaba de ser uno más de tantos que tuve que soportar entre personas desconocidas y amistades dañadas. Ese día dijiste: "Me da igual"
No le di importancia. Nadie se la dio. Nadie se la da. 
Nadie lo recuerda. ¿El qué? ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Por qué? Nada.
Pero hoy es diferente, hoy yo lo recuerdo. Hoy yo le doy importancia aunque nadie más lo haga. Aunque nadie más entienda, aunque nadie más recuerde.

Es lo único que necesitaba. Sabías quién era yo mucho antes de que yo supiera qué podía llegar a ser. Lo sabías y a pesar de todo ello. A pesar del sufrimiento, las mentiras, los silencios. A pesar de todo ello, volviste a por mí. Volviste a por una sola pizca de mi persona. Volviste a por un recuerdo que querías convertir en un presente mejorado y estable. Volviste sabiendo que desde el principio yo pelearía, destruiría y apartaría lo poco que me hiciera sentir. Lo poco que me hiciera débil.

Sonrío ante tu desconocimiento, ante tu inconsciencia y ante detalles olvidados que me recuerdan quién fui y quién no quiero ser. No lo sabes, no lo sabrás. Nadie lo sabrá. Incluso a veces yo lo dudo, pero fuiste la primera persona. La única. La que me hizo ver que hay motivos por los que seguir, porque siempre habrá alguien a quien acudir.

18/1/15

Secretos

Me levanté corriendo. Me volví a poner los zapatos y con toda la rapidez que pude volví a coger las llaves y lo poco que necesitaba para salir. Corrí calle abajo en busca del primer autobús que pasara. Pasó, fortuitamente segundos después de yo llegar. Una vez montada te volví a llamar, no contestaste. 
Te volví a llamar y una voz respondió al otro lado.
Con esa facilidad para distorsionar la realidad constesté. "Era broma". Broma parecía el camino que yo había escogido. Con una mentira sobre la que apoyarme llegué a mi destino. Minutos esperando. Llamándote. Un cuarto de hora pasó y yo seguía allí.
Finalmente apareciste, pasabas por allí de camino a casa y mis recados del banco me habían entretenido en el centro. Pero, ¿de qué banco hablaba?
Apenas unos segundos de intercambio de palabras, treinta metros más adelante, cinco minutos pasados y me dirigí al mismo autobús que hacía media hora me había dejado allí. Para volver a casa, para volver a la cama en la que estaba tumbada justo cuando me llamaste. Cuando me dijiste que ibas a pasar por mi parada, por si yo estaba allí. Justo cuando me hiciste saltar de la cama.
Era una niña ingenua, loca e impulsiva. Todavía sigo siéndolo. La única diferencia es que ahora te veo y no recuerdo el motivo por el que atravesé toda la ciudad con tal de una sonrisa más.

17/1/15

Yo sí lo decido

El sol, el bullicio. La gente cantando, mi interior saltanto. Por el aire. Volando cual paloma libre. Corriendo por la playa, por el campo, nadando en el horizonte. La alegría de vivir, de respirar, de tener, de sentir. Sentir las risas, sentir la risa. La propia risa. La que no te deja respirar, la que parece estar a punto de vomitar todas las cosas buenas que tienes dentro de ti.
La risa que quieres parar porque ese dolor en el vientre es molesto. La risa que salta vallas, rompe muros y vive los segundos.

La que te hace olvidar a los desconocidos. La que por más tonterías absurdas y sin sentido que diga, más interesante se hace. Reír, reír, reír.
La vitalidad que recorre tu sangre entre lágrimas que no puedes evitar. La risa y el llanto a la vez. De la mano, como buenos hermanos en estos momentos tan hermosos. Hermosos como la vida. Mi vida. Cuando camino junto a ella entre risas y botellas. Mi vida, conmigo. Mi camino, el único.
Ahora sí. Ruedo sobre la arena cálida tras un chapuzón veraniego. Ahora sí. Me río ante todo ello. Ante todos. Sonrío porque ya sé que el resto no es nada, solo cartones sobre un escenario.

La protagonista, yo. Y por eso no paro de reír.

11/1/15

Desastres artificiales

Suave y dulce. Noche de luna.
Fuera el viento ruge, la lluvia empapa.
Aquí dentro la calidez me embriaga.
Suspiro reconfortada junto a la chimenea. Placeres escondidos entre los detalles matinales. Una sonrisa, una mirada. Un abrazo que se funde en mis recuerdos, en mi presente.
Decidí caminar hacia delante. No busqué motivos, sólo había uno. Nadie a mi lado, nada que me empujara a seguir. Ni un minuto de recuerdo que me diera las fuerzas que necesitaba. Nada de nada. 

Nada de ello me hizo seguir, pero decidida levanté la cabeza y sonreí. Con tanta fuerza que hasta los sordos se giraron para mirarme. No hubo una mano amiga, una rodilla en la que apoyarse, ni palabras de ánimo por parte de nadie. Pero seguí. Por mí.

Por mí seguí. Recordé que podía seguir y disfrutar. De una cama para tres, de un ruido tierno, de unos ojos profundos, de una noche estrellada, de un mundo sin complejos.
Seguí sin que nadie se atreviera a mirarme donde estaba, en el suelo, entre charcos de lágrimas ajenas y pretendiendo cambiar el mundo a costa de que él me cambiara a mí.

El sol brilla y me roza cálidamente la piel que únicamente yo misma curtiré.

3/1/15

Falsas teorías

Orgullo, confianza. ¿Qué más da? Son solo palabras. Las que me faltan. Como el apoyo. El sí que esperaba. La mirada de confianza y espera. Como la que he tenido como una estúpida hasta ahora. Esperando paciente a que llegara.
Sin embargo, en mi último segundo de duda, esperando y planteando sin eufemismos, no tengo más respuesta que un reproche provocado por desengaños prehistóricos.
Me faltan las palabras. Lo tengo todo dentro, claro y fácil de mostrar. Pero a falta de oyentes, las palabras se perdieron y solo se encuentran sentimientos guardados para el aire. El único que me deja respirar por más suspiros que le lance.
La impaciencia, la que me falta. La que arranqué del resto. El resto que ni si quiera un segundo se molesta en invertir para mirar si sigo detrás.