30/12/14

Destruir antes de sentir

Al igual que tú quieres y no puedes, yo quiero pero no puedo. Todavía no. Quiero dejarme llevar, sentir, confiar, encontrar en lo más profundo de mi alma una llama que avive mi interior. Quiero recordarte por mirarte.
Siempre detrás del mundo. Perseguida por nadie.
Destruyo cada ladrillo que alguien coloca en los espacios en blanco. Destruyo y ya nadie vuelve. Nadie responde, nadie contesta. Detrás de personas que no están. Que se fueron con promesas vacías. A la espera de un detalle que nunca llega. A la espera de tener algo entre mis manos. Algo que volver a destruir, ahogando el miedo justo antes de que se convierta en esa llama.
Vuelvo a ser la persona que destruye el mundo por motivos de interiores.

29/12/14

Más folios para el arsenal

Líneas verdes. Entrelazadas recorren los pliegues. Puntos minúsculos unidos, correctamente atados. Cráteres hundidos en las montañas. Frío. El hambre llega. Va a estallar entre tanto ruido. Curvas repugnantes aprietan mi garganta. Las náuseas van a explotar. Algo no va bien. No me siento. Siempre estoy de pie. No me convertiré en lo que eres. No haré daño por seguir escribiendo. No seguiré.

No suspiraré y contaré mis historias al aire. No lloraré. No desearé más lo imposible, no bajaré la cabeza ante una melodía inapropiada. Melancolía.
En este punto me clavaré, hasta que algo o alguien me haga moverme. Buscaré con los ojos algo que me haga sentir, que me dé seguridad. Algo en lo que caer con ojos vendados aunque el suelo resulte de mármol torcido.

Ortografía olvidada.

Nadie es dueño de mis besos, de mis historias, de mis enfados, de mis llantos. Nadie sabe qué soy. Nadie entiende mis planes. La maleta preparada, con ganas impacientes. Como las mías.
No siento nada. Mis ojos no lloran, mi boca no sonríe. Cual robot que procesa información. Que escucha y descarta, que planea días en blanco. Ni siquiera el agua me humaniza, no me hace despertar.

Aún recuerdo manos, miradas, abrazos. Perdidos en la nada, en el pasado. Todos. Como si nunca hubieran existido.
La misma mano, la misma mirada, el mismo abrazo. Nada. Hay un corazón que palpita porque la sangre sigue bombeando. Y ni siquiera estoy segura de ello.
Los gritos y los besos acompañados de la mano en la indiferencia. El dolor de la verdad. El silencio de los corderos. Lo perdida que me siento. Que no siento.

Una clave para guardar. No. Aquí me quedo. Me cuesta confiar en palabras en el aire.

26/12/14

Quién da más

Tengo un miedo tremendo cada vez que lo pienso. Cada vez que te pienso. Miedo a equivocarme, miedo a no saber qué hacer.

Pero el miedo desaparece al imaginarte a mi lado, abrazándome. Te imagino con ropa y sin ella, surcando cada esquina de tu cuerpo, cada mar bravío. Besando cada recóndita isla escondida entre cicatrices, entre montañas heladas.

Imagino mis manos recorriendo tus curvas. Mareándome y encontrándome en tu boca. Ansío tus labios, como el sediento al agua. Ansío tu cuerpo, tu ser entero. Ansío una noche en la que perderme. A solas, contigo, en la oscuridad de unas sábanas.

Perderme para no encontrarme y que la realidad quede en el mañana.

Pesadez anual

Ergo, ¿qué?
Cambios, cambios y cambios. Todo cambios. Empecé siendo la misma niña de siempre, la sometida a las reglas sin sentido. Las facciones me cambiaron, ya era una mujer. Paseé como una loca descalza entre el equilibrio y de un extremo a otro salté. Pasé de no dejar que nadie me tocara a que hicieran conmigo lo que quisiesen. Buscando algo. No sé el qué.
Rompí con mis miedos, decidida a sentir. Pero no sentí nada. Absolutamente nada. El recuerdo del último roce de tus labios sobre los míos fue lo único que despertó algo aquí dentro.
Mi interior no estaba muerto, pese al tacto desconocido de unas manos que no volveré a ver, movimientos infantiles que solo quieren diversión. Llegué al extremo creyendo poder encontrar algo. Sólo se quedó en creer.

Me dejé llevar por la libertad que empezaba a sujetar. Retos que descartan un camino inexplorable.
Rompí con creces una maternidad prematura. La sinceridad nunca es gusto de nadie.
Desapareciste después de soltar la bomba. Sólo volviste para curar las heridas que te dejaron. A ello se reduce todo.

La autodestrucción también desapareció. La hice desaparecer a base de intentos por reconstruir lo que nunca se construyó. Dejé los ladrillos a punto y me fui, esquivando una pared indestructible.
Pena, como el resto. Los sentimientos se apagaron. Pero esta vez como el recuerdo de la primavera.
Sorpresas gratas en viajes improvisados. Un amor a kilómetros. La distancia que hace más intenso cada reencuentro, cada recuerdo. Amistades surgidas de las cenizas del dolor y de la satisfacción encontrada en los mínimos. Suerte y alegría. Muchos pasos quedan por dar.
Cariño y locura. Bendita locura. Ganas de vivir entre risas y estupideces. Los fantasmas de alrededor y la formación de la persona. Lejanos besos y conversaciones pendientes. Irritación y meteduras de pata ante la impaciencia de insultos y miradas descaradas. El futuro por llegar con una familia reconocible de quejas y alcohol.

Se fue este año. La luz se apaga y con él se irán los recuerdos. Pero también parte de mi silencio o mis respuestas pausadas ante una ausencia que no puedo reprimir. 
No con tanta hipocresía cerca.

Un beso, de los que nunca acaban. Cortando de forma delicada tras rehacer un nudo de madurez.
¡Ay! madre, ¿qué habrá sido de ti?

25/12/14

Apacible bienvenida

Robándome palabras. ¿No tenías hambre? Hambre de carne, de ciencia. Me devoraste con las palabras. Con tu sonrisa fingida y tus manos limpias. Enseñando a ciencia cierta lo que querías enseñar. Preguntas incómodas que nadie más entrevé. Me agarraste como pudiste, delante de todos a sabiendas de que yo no podía hacer nada, no debía.
Ese adjetivo no iba para ti, pero de tanto leerlo te lo apropiaste. Te ofendiste y lloraste. ¿Quién soy yo para romper lo que nunca he tenido? Lo que quiero tener. Mentiras. Eso no es deseable.
La diferencia entre tú y yo, es que yo aún sigo con vida. Sigo con un hilo fino de realidad y amistades complicadas. No siento celos irascibles que golpean con fuerza cada vez que la veo. No entiendes que yo también tengo problemas, cosas que no desearía a nadie. No entiendes que prefiero callar y dejarte romperme los tímpanos hasta que tu garganta quede saciada. No entiendes que mi felicidad no busca la destrucción de la tuya. 
El problema eres tú. Ves como otros luchan por lo que quieren, por lo que les hace vivir. Luchan, preguntan, se mueven. Y tú crees que tu pasotismo se argumenta con generosidad. ¡Já! Ni siquiera eres capaz de creerlo por ti misma. Por eso me utilizas como piedra a la que patear día sí y día también.
Aguantaré porque no me queda otra, igual que aguanto la necesidad de seguir haciéndome daño. Pasarán los años y alguien se irá. Pasará otro año y otro se irá. Pasarán todos y a menos que necesite techo y comida, no seré la tía de Galicia.

23/12/14

Memoria a corto plazo

¡Ay niña! Dulce niña, joven hermosura. ¿Adónde vas? Ese camino es incierto. Tu príncipe azul no esperará al final, sino el señor oscuro que te recibirá con tinieblas encantadas.
Una detrás de otra. Enamorado de ellas. Creerás encontrar sangre real. Las armonías te consolarán entre llantos aquejumbrados; pero las palabras siempre serán verdad.
Fíjate en ellas y serás capaz de escapar. Te veo seguir por ese camino y las lágrimas seguirán después.
No te vale la pena seguir tras él. Ya habrá más.
Esas palabras no son para ti, las malinterpretas en un afán desesperado por encontrar lo que siempre has buscado. Pero solo serás un juguete. Asi que déjalo o ponte a jugar. ¿Acaso no recuerdas la noche que sus tinieblas te impidieron ver la noche?
Princesa, la sabiduría no sirvió. Que el dolor te haga recordar para olvidarlo todo. Sólo quedarás tú.

O pan o nada

Los golpes se amontonan, unos sobre otros. La puerta va a caer literalmente entre tantos golpes y gritos.
No puedo más. Hoy no.
Por más que lo intento no tengo fuerzas ni para salir de aquí. Mis manos manchadas son el único pañuelo a estas alturas. ¿Tan difícil es encontrar silencio? ¿Tan difícil es verme como invisible?
Ya sé que me odias. No hace falta que lo sigas gritando. Ni que llores de rabia por la impotencia de tenerme inevitablemente cerca. Ya sé que no soy nada. El problema es que eres tú quien no lo sabe.
No me tratas como a la nada sino como al origen de todos tus males.
A una piedra que hace 20 años empezó a crecer de forma paralela a tu camino.
A algo insignificante que solo respira para hacerte sufrir. Y créeme, desearía dejar de hacerlo.

16/12/14

Oraciones olvidadas

No eres más que piel entre mis dedos,
dudas sobre mi alma.
Cuánto amor y desenfreno,
cuánta lucha por tus anhelos.

Y luego pienso,
¿cómo sentirte tan lejos?
Eres polvo del viento,
eres el frío que siento.

¿Cuántas veces te he soñado?
Y mis mentiras te extrañaron.

Ardiente deseo de mis ojos al mirarte.
Un corazón latiendo por desconsuelo.

Te tengo y ya te echo de menos.
No puedo seguir así,
necesito un momento.
Huele todo a nuevo.

Quizá no sea el momento.

14/12/14

El último año

Te escribí cien veces. Escribí, reescribí, taché, rasgué.
No sabía qué palabras utilizar. Todas ellas estaban en mi mente. Sabía lo que quería decirte. Pero se perdían al intentar llegar a mis dedos.
Pensé en llenar un vaso y bebérmelo. En buscar en el alcohol la valentía que me faltaba. Pero no quería que fuese el alcohol el que hablara por mí. Quería ser valiente por una vez en mi vida.
Quería que las palabras sinceras guardadas durante años salieran sin más cobardía. Sin más vergüenza y sin miedo a que cayeran en saco roto.
Quería ponerlo todo en orden. Asegurarme de que si alguien faltaba, no iba a arrepentirme de no haber cerrado la puerta con suavidad.
Quería todo eso y más. Y por ello, planto cara y llevo a la práctica tantos consejos teóricos que se han ido acumulando año tras año.

9/12/14

Gracias

Me encanta esta paz. La adoro. Acurrucada en un calor acogedor. Sonriendo ante fallos absurdos. Respirando este aire de tranquilidad que tanto necesitaba. Un día completo. Lleno de sentimientos y con un final silencioso y cercano. La felicidad inunda cada uno de mis sentidos. Soy yo. Respirando con sed calmada.
Cada respiración llena mis pulmones, llena mis entrañas, me llena de vida. Esa vida que tanto me da, que tanto me enseña, que tanto se guarda por enseñar.
Tantas personas, tantas alegrías. Tantos segundos buenos guardados. Algunos malos que ya ni recuerdo.
Tu tropiezo, nuestras manos, tus preguntas, tus palabras, tus enseñanzas, tus "te quiero", tus diminutivos, tus finales, tus oportunidades, tus besos, tu preocupación. Vuestro todo.

Dejé las cuchillas

¿En qué momento olvidé? Solo hacía falta llegar al lunes. Nadie dijo nada del martes. Del fracaso, esperanzas perdidas. El pequeño triunfo sobre un escalón partido.
Los sobreesfuerzos. Tu falta de compañía. El desprecio hacia mi trabajo y la ignorancia de mis manos en alto. Disparaste, sin mirar. Y ahora pides el doble cuando no tengo tiempo para avanzar.
Un golpe, un giro. Un bocinazo que se convierte en gritos. Los de siempre. Los que me dan la bienvenida.
No tengo más.

Sonrío a desconocidos y me siento en el vacío. Con un único abrazo. Efímero y efusivo. Orgulloso de algo que solo un día me ha hecho vivir. Nadie dijo que le siguieran otros. Que le siguiera este dolor en el pecho provocado por arterias que están a punto de estallar entre tanto alimento malsano.
El calor acelera los latidos que insisten en continuar. Que nunca llegan al final.

Ahora recuerdo. Recuerdo por qué en cada momento de alegría dije: si pudiera saltar, lo haría.
Nada me importa. Que entres en mis palabras y veas que sigo rota. Desde siempre. Desde esa rareza que un único hombre se atrevió a defender.
Desde entonces rota. Por más días, por más risas, por más alegrías. Llena de júbilo deseé seguir. Lo conseguí, pese a ser falsa moneda, olvidé lo demás y me centré en la lucha de un ritmo constante. Pero nunca pensamos en el mañana.

Y escribo para mí. Ni siquiera para mí. Dentro de unos años, con todo el pesar volveré a leer y me costará asociar. Pero al menos no inventaré. No creeré que las palabras vienen a atacarme. Porque ninguna de ellas será para mí. Serán para los que no oyen, para los que no leen. Para los que me creen olvidada en una felicidad. 
Y no entienden que es el dulce el que me hace llorar. El llorar lo que me hace dulce. 

A falta de puertas que abran cada palmo de mi piel, es el estómago el que manda. De donde salen todas las palabras. De mi mañana. De ser de nuevo el bufón. Ese papel innato cuyo cartel clavaron en el fondo de mis ojos. 

Y no lo hay. No hay quién. Hay quien lucha, hay quien como a peluche me trata. Hay quien pregunta por deber, por dejarse notar. Hay quien cree ser importante cuando ni una palabra he llegado a hablar.
Pero no hay quién. Un abrazo, de verdad. No hay quien.

El reflejo de la luna. El brillo. Apenas lo vi. No pudo cegarme. Y enfadada se fue, no volvió a aparecer. Me dijo que se enfadaría, pero no tomé el consejo como propio. Y no la miré.
Recordé que estaba por esa vuelta triunfal. Por esos segundos de piropos sin fondo.

Los adjetivos se amontonan. Pero de nada servirá. Escupir desgracias incesantes. Solo deseo estallar. Deseo que cada trozo de carne aumente por triplicado dentro de mí. Que me deje sin respiración. Que ese coche me atropelle, que un camión me deje sin habla.

Pero no. Pero sí. Pero qué.

De nuevo al principio. Al comienzo. Al punto de partida. Al punto del que nunca me he movido. Solo cerré los ojos durante un instante y me negué a recibir órdenes cargadas de mentiras.
Desde aquí sentada, los golpes vuelven a recobrar sentido. Mi alma vuelve a tomar el mando y mi cabeza se centra en horas sin sentido. Información innecesaria e inútil. Como yo. Y sin embargo, la información se sigue dando.
Necesitaba sentir de alguna manera. Necesitaba creer que algo se podría mover dentro de mí.
El amor es tan importante como la comida. Pero no alimenta.

Y sin embargo

No te pedí nada. Absolutamente nada. Yo no dije nada. No quise nada. Pasaste delante de mí como miles pasan. El egoísmo puro de tus palabras. Las mentiras que me hiciste creer, que te hiciste creer. Me sorprende tanta hipocresía.
Me sorprende que a sabiendas de todo lo que en tu cabeza ocurría me dijeras ven. Yo no pedí nada. Por eso me sorprende que esa necesidad impetuosa de dejar de sufrir por la distancia a la que tu corazón se ve sometida, se llevara parte de mí. Parte de mi entereza. Y no hace falta más.
Nada de mal se aclarará. Solo estas pocas palabras de mi irritación ante tanta pérdida tiempo.
Igual que la espera de un autobús. Llegué a la parada y faltaban más de veinte minutos. Comencé a caminar. Un par de paradas más. Y a la tercera, apenas unos diez minutos faltaban. Unos minutos que nunca llegaron.
Una hora estuve esperando aunque tú estuvieras al lado, sabiendo que ese autobús nunca llegaría. Aunque me dijeras, no creo que quede mucho.
Y eso es lo único que me irrita. Perder el tiempo porque la gente hable sin pensar.

Irreal

Cuando sabes que nada es para ti. Nada de eso. Ningún detalle, ninguna sílaba. Ninguna sonrisa, ninguna caricia. Nada. Ni siquiera el aire que respirar. Nada es para ti. Te lo apropias como ladrón de las mil caras. Pero tu mayor condena es no poder engañarte. A ti mismo nunca podrás. Y por mil máscaras que te pongas. La vergüenza de tu rostro siempre la llevarás. 

No los recuerdas. No recuerdas ni mi nombre, ni mis ojos. Ni el tacto de mi piel. Tampoco yo los recuerdo. No recuerdo cómo me llamo. No veo mis ojos por ningún lado. No siento el tacto de mi piel. El de ninguna piel.

El humo de un pasado

De nuevo me asfixio. Tumbada. Ante un frío que no siento. Mis pulmones respiran mugre, pero mi corazón apenas hace caso. El calor tampoco me despierta. El aire me escupe. La suciedad empapa mi rostro y yo me dejo arrastrar. Mis ojos entrecerrados no aguantan despiertos. Mi cabeza entre maderas no levanta el resto del cuerpo.
Muerta. Por dentro, por fuera. Con aire o sin él. La sensación de sentir. Miro mis manos. No veo nada. Es el fruto de mis años vividos. Frío. No. No llego a sentirlo. Mi pierna tirita entre nervios y espera. ¿Cuándo llegará?
Creo recordar algo. Esa sensación irreal de escuchar la sangre moverse entre mis venas. No. Creo que es un eco vacío de las risas que como buen familiar, vuelve en época de navidad.
Son ellos, se acercan. Solo me cabe esperar a que pasen los días y regresen a sus hogares. Solo me cabe esperar, para llegar de nuevo a la espera de sus retornos.

Superando expectativas

Entre cortinas. Música cercana, trajes deslumbrantes. La falta de una pajarita blanca. La idea de una nueva para el año próximo. Canciones familiares, voces desconocidas.
Detrás, a la espera. Un cuerpo cautivador, tez tostada, movimientos brotados desde las raíces. El descanso y la coordinación entre curvas traídas desde los cielos.
Un llanto adolescente corriendo por los pasillos. El llanto para y se coloca tras de mí. Unos cómicos bailes flamencos devuelven la sonrisa ante la emoción de una actuación frente al rey de los reyes.
Cinco más. Solo cinco. Las farolas se apagan y ese silencioso atractivo hace tiempo. A la espera de mi colocación. A la espera de mi correcta posición y mi decisión sin tapujos.

Allí estaba. Sombras lejanas parecían observarme, pero yo solo acompañaba la balada de su armonía. Unas jóvenes curvas gritaban con rabia y mis manos firmes la sostenían de forma rítmica. Sin parar. Poco a poco. Al principio de forma pausada y delicada. Pero la fuerza fue tomando el mando y esos golpes la hicieron suspirar mientras me mordía el labio. Sintiéndola recorrer mi sangre con rapidez. Bombeando mi corazón dormido.

Una pausa. Yo aguantando, hasta la señal que indicaba el movimiento final. El clímax de la locura. La cúspide de mis sentidos. 
Lentos susurros. Palabras acalladas y un golpe final. El nuestro.

Un guiño de complicidad, un aplauso sin sonido y un gesto de espera. Por parte del baile cómico, por parte de la silenciosa sensualidad. Y el fin llegó, entre aplausos y presentaciones.
Mi sonrisa amplia me devolvió a la realidad. La que tanto había deseado desde que entendí a qué había venido.
De nuevo, calmada, entre el abrigo de las luces y la tierna almohada, observé aquello que días atrás me había hecho bailar sin más intención que una charla de ascensor. La falda se acortó y yo embobada escuché cómo el veneno la devolvía a su amor traicionado que tanto la había hecho llorar días atrás.

Un abrazo. El único en años.